Crítica:FESTIVAL DE ORTIGUEIRA

Fuego irlandés

Pasaban algunos minutos de las cuatro de la madrugada, pero una multitud enfebrecida quería seguir brincando con Lúnasa. El quinteto irlandés, heredero de la siempre añorada Bothy Band, arrasó en Ortigueira con un repertorio dinámico, flamígero y apabullante, en el que incluye el reciente The kinitty sessions grabado en el castillo de Offaly, al que la leyenda atribuye todo tipo de encantamientos.

La banda aporta un tridente atacante que ya quisieran en la Champions League -flauta, violín y gaita irlandesa-, un guitarrista con una mano derecha implacable y al ex waterboys...

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Pasaban algunos minutos de las cuatro de la madrugada, pero una multitud enfebrecida quería seguir brincando con Lúnasa. El quinteto irlandés, heredero de la siempre añorada Bothy Band, arrasó en Ortigueira con un repertorio dinámico, flamígero y apabullante, en el que incluye el reciente The kinitty sessions grabado en el castillo de Offaly, al que la leyenda atribuye todo tipo de encantamientos.

La banda aporta un tridente atacante que ya quisieran en la Champions League -flauta, violín y gaita irlandesa-, un guitarrista con una mano derecha implacable y al ex waterboys Trevor Hutchinson, un tipo que se las sabe todas, en el contrabajo. La suma es fuego puro. Pueden dar cuenta de un puñado de reels a velocidades inverosímiles, pero también demuestran una finura melódica de terciopelo en los pasajes más sosegados. Hicieron guiños a la Bretaña francesa o a la América rural, y demostraron que tampoco les es ajeno el lenguaje de las muñeiras.

Antes habían desfilado por el escenario central los ritmos arábigos y mediterráneos de Radio Tarifa, en su línea de los últimos tiempos: bien, pero sin avanzar gran cosa. Eso sí, la versión morisca de El mandil de Carolina fue muy bien recibida por estos pagos.

La velada la había abierto Luar na Lubre, una apuesta segura para estas ocasiones. Los coruñeses regalaron dos horas de concierto y se sobrepusieron a los contratiempos de sus invitados especiales: ni Marcio Faraco se había aprendido Chove en Santiago ni Miro Casabella se sabía O meu pais ni a las percusionistas lisboetas de Tucanas se las escuchaba bien durante una parte de su intervención. Pero Bieito Romero y su gente son músicos con muchos kilómetros a sus espaldas. Adelantaron algunas canciones de su nuevo disco, que se publica en otoño y gira sobre los inmigrantes gallegos en Latinoamérica, y demostraron que su nueva vocalista, la portuguesa Sara Louraço Vidal, es un regalo del cielo.

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