Reportaje:

Con la mirada fija en el monte

La prevención y extinción de incendios moviliza durante el verano a miles de personas

El incendio que consumió 478 hectáreas de monte en Xàtiva, Bellús y L'Olleria entre el 21 y el 23 de junio pasados es de momento el más grave de este año. El que centró toda la atención, pero no el único. En esas 72 horas un total de 48 incendios engordaron la estadística del fuego, 43 de ellos causados por un rayo, tres por una negligencia -como el de Xàtiva- y dos intencionados. La gran mayoría prendió en la provincia de Valencia y salvo en ocho casos, no recorrieron más de una hectárea de superficie.

Las tormentas enfriaron una parte, pero hubo horas en que el bosque ardía en una doc...

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El incendio que consumió 478 hectáreas de monte en Xàtiva, Bellús y L'Olleria entre el 21 y el 23 de junio pasados es de momento el más grave de este año. El que centró toda la atención, pero no el único. En esas 72 horas un total de 48 incendios engordaron la estadística del fuego, 43 de ellos causados por un rayo, tres por una negligencia -como el de Xàtiva- y dos intencionados. La gran mayoría prendió en la provincia de Valencia y salvo en ocho casos, no recorrieron más de una hectárea de superficie.

Las tormentas enfriaron una parte, pero hubo horas en que el bosque ardía en una docena de puntos al mismo tiempo, mientras el fuego aún lamía la Serra Grossa en Xàtiva. Días complicados para los bomberos forestales que pueden repetirse este verano de sequía, que comienza como si continuase el del año pasado, con escasa humedad en el terreno porque no ha caído el agua suficiente. Además, el año ha comenzado mal: han ardido ya 2.028 hectáreas en 442 incendios, casi el doble que en todo 2004. Este mal augurio mantendrá en alerta a miles de personas a lo largo del verano entre brigadas de extinción, de vigilancia y prevención, medios aéreos, voluntarios, fuerzas de seguridad, Protección Civil...

El objetivo básico es disminuir el número de fuegos y minimizar la superficie
El periodo estival ha comenzado como acabó el año pasado, con la tierra seca

El desastre del verano de 1994, en el que fallecieron 11 brigadistas que intentaban cortar el paso a incendios que arrasaron más de 130.000 hectáreas, dejó honda huella y llevó a una reorganización con la que a partir de 1997, con la Encomienda Forestal, la Generalitat centralizó la dirección y coordinación de la lucha contra el fuego en los consorcios provinciales de bomberos -integrados por las administraciones autonómica, provincial y local-. La Consejería de Administraciones Públicas y Justicia contrata los medios, y los bomberos, desde su sección forestal, los organizan para atajar las llamas.

Este año, tras la ampliación de medios a raíz del fuego de Xàtiva, el presupuesto supera los 55 millones de euros para distribuir por el territorio valenciano hasta septiembre, en el periodo de máximo peligro, 71 brigadas forestales, 44 autobombas 21 aviones y helicópteros. "Encaramos el verano con un presupuesto histórico", afirma el secretario autonómico de Justicia e Interior, Fernando de Rosa. A estos medios se suman los propios de los consorcios de bomberos -más de 1.000 profesionales con material en 50 parques principales, auxiliares y voluntarios-, las 73 brigadas (511 personas) de prevención de la Diputación de Valencia, más el personal de Territorio y Vivienda, con 71 observatorios de vigilancia, agentes de prevención y medioambientales, investigadores del origen del fuego... Un ejército que integran también cientos de voluntarios, policías, guardias civiles y Protección Civil, hasta ocupar a lo largo de la campaña a 5.000 personas.

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El fuego es traicionero, no se puede bajar la guardia. En cuanto entra un aviso, directo o a través del Centre de Coordinació d'Emergències, los bomberos envían "una dotación mínima" para atajarlo cuanto antes. Es el llamado "despacho automático", explica Raúl Quilez, ingeniero y coordinador forestal del Consorcio Provincial de Valencia. El fuego tal vez no supere una hectárea, pero para ahogarlo en la mínima superficie, esa primera dotación mueve a entre 20 y 25 personas en brigadas, un helicóptero y dos autobombas. Si el fuego se anuncia en zonas complicadas o en días de alerta dos y tres (la más temida), el personal de la primera intervención se amplía. "La gestión de la emergencia más complicada, la del incendio forestal" parte del sistema aplicado en Estados Unidos, una estructura "en la que cada uno sabe qué papel tiene en la extinción" y "se da una respuesta a una previsión que se considera desfavorable", apunta Quilez. Como en una pirámide invertida, los medios crecen si el fuego se resiste, controlados por un puesto de mando avanzado sobre el terreno. En cualquier momento, el Consorcio tiene 150 bomberos de guardia que pueden atender el 73% de las emergencias -los incendios son el 49% del total-. Este verano se ha reforzado la guardia para poder afrontar más de un frente y "llegar con contundencia". "La profesionalización ha avanzado mucho", los consorcios han integrado a los especialistas forestales y tienen técnicos que, como Quilez, preparan y entrenan a las brigadas durante todo el año.

Tarea de todo el año es también la prevención. La acumulación y gran dimensión de los fuegos "es una característica del Mediterráneo", por lo que el objetivo básico "es disminuir el número y minimizar la superficie", apunta Luis Velasco, jefe de servicio de prevención de incendios de la Consejería de Territorio y Vivienda. Para ello, son necesarias actuaciones de selvicultura, crear infraestructuras "para atacar el fuego con seguridad", poner a disposición de las brigadas balsas de agua, caminos limpios y de suficiente anchura, y abrir los discutidos cortafuegos "con el menor impacto posible" o cuidar los naturales, a través del mantenimiento de bancales abandonados, sostiene Velasco. Pero el plan de prevención también hace hincapié en la educación -voluntarios y otros colectivos-, busca "el equilibrio entre ayudar y sancionar" -el incendio puede acarrear una denuncia por delito ecológico y prender restos de cultivos una sanción de 600 euros-. Los planes de quema agrícola o el plan piloto para la eliminación de restos mediante el astillado en Ibi y Alcoi -"es el futuro, la eliminación sin fuego"-, son ejemplos de la "conciliación de intereses" y el intento de cambiar hábitos de riesgo, explica Velasco. Así, las ayudas a los ganaderos para que los animales desbrocen áreas cortafuegos han convertido "en anecdótica" la quema de pastos.

Nunca es suficiente. "Hay que formar, educar e insistir permanente para recordar el riesgo a los ciudadanos", dice Velasco. Y es que la pelea "ya no es sólo contra el fuego, es contra el desierto", añade Quilez.

Voluntario y espontáneo

"Este verano harán falta 80.000 ojos" fijos en el monte, decía el sábado José María Simón mientras atendía a un grupo de vigilancia de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza de Enguera (Adene), una organización de voluntarios con 520 socios que, a falta de ayudas públicas, aún está pagando las letras de un pequeño vehículo de extinción con capacidad para 650 litros de agua. Vigilan en grupos las 24.000 hectáreas del término de Enguera y atienden también el resto de la comarca, "en coordinación con los bomberos". Si salta la chispa, pueden llegar antes que ellos, pero siempre siguen sus indicaciones. De ellos han recibido instrucción en los últimos dos años porque "nadie debe subir al fuego" si no va equipado y preparado, resalta Simón.

En más de un incendio, las brigadas de extinción han tenido que lidiar con los curiosos y bomberos espontáneos que se acercan demasiado al fuego, o con vecinos que calculan mal el peligro y se resisten a evacuar. Problemas de seguridad añadidos al fuego que se evitan "con grupos de voluntarios bien formados, que pueden integrarse en la extinción sin problemas", añade Simón, que reivindica más atención a las asociaciones, más medios y programas de prevención. "Hay que trabajar sobre todo entre octubre y mayo" para que al verano siguiente "no se queme ni un romero", como dicen en Adene.

En la lucha contra el fuego prevalece, sin embargo, la extinción, una opción que ha conseguido, no obstante, reducir la superficie media quemada por incendio. Pero frente a los más de 55 millones de euros dedicados este año a apagar fuegos, el presupuesto de prevención no supera los 23,5 millones.

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