Columna

Diputadas

Es evidente que el cese-dimisión de Manuel Ortuño como delegado del Consell en Elche merece lectura en clave interna. Aún tenemos la memoria fresca de vistosos rifirrafes, tan habituales en el PP sureño (territorio insurrecto) entre zaplanistas y campistas (¿o campsistas, para no confundir con veraneantes?, qué difícil es nombrar a esta familia...). Y lo que seguirá, porque quedan pendientes denuncias, expedientes... dicen que incluso cambios en el gobierno.

Por eso hoy prefiero chercher la femme y fijarme en el papel que las mujeres han podido desempeñar en este último ...

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Es evidente que el cese-dimisión de Manuel Ortuño como delegado del Consell en Elche merece lectura en clave interna. Aún tenemos la memoria fresca de vistosos rifirrafes, tan habituales en el PP sureño (territorio insurrecto) entre zaplanistas y campistas (¿o campsistas, para no confundir con veraneantes?, qué difícil es nombrar a esta familia...). Y lo que seguirá, porque quedan pendientes denuncias, expedientes... dicen que incluso cambios en el gobierno.

Por eso hoy prefiero chercher la femme y fijarme en el papel que las mujeres han podido desempeñar en este último affaire.

Según sentencia de la que se deriva una leve multa, a Ortuño, en uno de los muchos lances del pasado reciente, se le calentó la boca y llamó "puta" y "retrasada mental" a una diputada nacional popular. El Consell de la Dona ha reprobado esta actitud y el Tribunal Superior de Justicia advierte al reo de que no puede acusar al juez, ni veladamente, de prevaricación. Las Cortes, en su último pleno, no llegaron a debatir el asunto, pero el mismo hemiciclo fue escenario de la recogida de firmas de representantes de izquierda y zaplanistas, incluyendo a dos consejeras de esta cuerda que pasaban por allí. Según las abajo firmantes, las manifestaciones del político son vejatorias e injuriosas y por tanto contienen violencia de género verbal. El resultado ya lo conocen: la decapitación institucional, probablemente merecida, del ex delegado.

Pero el episodio ha sembrado importantes dudas, como por ejemplo hasta qué punto las mujeres no habrán sido utilizadas para lavar los trapos sucios del PP, tarea muy femenina. Tampoco está claro que la protesta de las señoras señorías haya resultado tan determinante, habiendo jueces agraviados por medio... (Relativicemos el poder de las diputadas, que no son Herodias ni Judith; aunque Ortuño tampoco es Holofernes, ni mucho menos Juan Bautista). Y lo peor: convendría no hacerse demasiadas ilusiones respecto a la unidad de acción de las mujeres en el mundo de la política, donde lo más probable es que principalmente la sección femenina de la derecha siga actuando y votando al dictado del aparato, por encima de los intereses comunes.

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