Crítica:

Hijos de Madrid

Hijos de Madrid, hijos de la ira, vecinos de corrala, con sus miserias y vergüenzas descolgándose como ladronzuelos de guante blanco por el patio de su casa, el de Paca Arceo, fotógrafa, periodista, editora de trabajos ajenos, niña de posguerra. Esta niña de entonces -son ésas, las páginas de los niños de posguerra, las mejores, las más tremendas y las más auténticas- ahora suelta el vómito de una familia y de una época atroz, y lo hace recurriendo a una mezcla de sainete zarzuelesco, amadrileñado por todos los tópicos habidos y por haber (no se pierdan el dramatis personae), y de cuent...

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Hijos de Madrid, hijos de la ira, vecinos de corrala, con sus miserias y vergüenzas descolgándose como ladronzuelos de guante blanco por el patio de su casa, el de Paca Arceo, fotógrafa, periodista, editora de trabajos ajenos, niña de posguerra. Esta niña de entonces -son ésas, las páginas de los niños de posguerra, las mejores, las más tremendas y las más auténticas- ahora suelta el vómito de una familia y de una época atroz, y lo hace recurriendo a una mezcla de sainete zarzuelesco, amadrileñado por todos los tópicos habidos y por haber (no se pierdan el dramatis personae), y de cuentos (crueles) infantiles, en que los niños serían los hermanos de Pulgarcito; Séptima, la primera persona de la narración, sería Pulgarcito o Cenicienta o Hansel y Gretel; Madre, la mujer del Ogro, y éste, Padre, borracho contumaz, violento hasta romper el molde; e incluso Oro, ese personaje positivo, cuyo misterio no se resuelve, sería el Príncipe, que si no las enamora, a Séptima y a sus hermanas, al menos las saca a pasear y las engolosina. El patio de mi casa es un vómito con efecto retroactivo y, a la vez, el acto violento previo, el puñetazo en la boca del estómago. Es un libro valiente, pues su autora tira por la calle del medio, sin contemplaciones, sin medias tintas. Es un libro hosco, incómodo, que irrita y desazona y muestra algunas perlas de valor entre tanto cieno, con música de género chico y de coro, el honrado pueblo de Madrid; cieno de una zona muy concreta, extramuros del muy-muy barrio de Salamanca, sus confines: nada que ver con el cogollito del mismo, que diría Manuel Longares en Romanticismo, una de las últimas grandes novelas publicadas sobre Madrid, una zona, la suya, que tiene que ver con Doctor Esquerdo, Fuente del Berro, Manuel Becerra, etcétera. No se permite su autora en este mirar hacia atrás concesión alguna. Es el suyo un relato muy cruel, como lo son los cuentos infantiles. La parte primera, con Séptima de niña me parece la mejor y la más salvable; renquea un tanto el relato según ésta va creciendo y se acerca al presente. El aspecto bronco de la narración -hacía tiempo que no leía un libro tan áspero; hirsuto, incluso, sino fuera por que son términos similares- es un inconveniente con el que hay que contar, pero una vez aceptada la vía áspera como modo adecuado para saldar cuentas, pasar facturas y no dejarse enredar con emoción alguna, puede relajarse el lector y valorar el esfuerzo narrativo realizado, el riesgo corrido y continuar hasta el final. Acaba convenciendo su autora de que esa aspereza feroz le sentaba a la historia, aunque, eso sí, haya ido perdiendo lectores por el camino.

EL PATIO DE MI CASA

Paca Arceo

El Tercer Nombre

Madrid, 2005

243 páginas. 20 euros

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