Crítica:CRÍTICAS

La Europa antisocial

Lucha, contienda, conflicto, esfuerzo. El término inglés struggle puede traducirse en español por el anterior abanico de posibilidades. Un significado que, sin duda, abraza la trama de la película austriaca Struggle, debut como directora de Ruth Mader, participante hace dos años en la sección Una cierta mirada del Festival Internacional de Cine de Cannes. Una obra seca, austera, un tanto errática, a ratos enérgica, por momentos algo mortecina a pesar de sus escasos 70 minutos de duración, protagonizada por una inmigrante sin papeles en la nueva Europa de los 25. Una mujer ...

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Lucha, contienda, conflicto, esfuerzo. El término inglés struggle puede traducirse en español por el anterior abanico de posibilidades. Un significado que, sin duda, abraza la trama de la película austriaca Struggle, debut como directora de Ruth Mader, participante hace dos años en la sección Una cierta mirada del Festival Internacional de Cine de Cannes. Una obra seca, austera, un tanto errática, a ratos enérgica, por momentos algo mortecina a pesar de sus escasos 70 minutos de duración, protagonizada por una inmigrante sin papeles en la nueva Europa de los 25. Una mujer que malvive intentando adaptarse a diversas tareas del proceso productivo de corte capitalista, aunque sin la más remota posibilidad de un contrato que lleve como contraprestación una seguridad social que en la película se presenta como invisible.

STRUGGLE

Dirección: Ruth Mader. Intérpretes: Aleksandre Justa, Gottfried Briedfuss, Margit Wrobel, Martin Brambach. Género: drama social. Austria, 2003. Duración: 70 minutos.

La famosa secuencia en la que cada día se elegía a dedo a los trabajadores en la descomunal La ley del silencio (Elia Kazan, 1954) sigue lamentablemente viva, medio siglo después, en la nueva Europa, esa que no sabe qué hacer con su propia Constitución. En Katowice (Polonia), en Murcia (aquí mismo), también se escoge la mano de obra en los caminos y esquinas más recónditos, a las puertas de una furgoneta que lleva hasta el tajo a los que en ese momento tienen la suerte (?) de no ser repudiados.

Mader, casi en tono documental y sin apenas diálogos ni concesiones a la galería sentimental (acercándose al estilo desabrido de los hermanos Dardenne en Rosetta y El hijo, aunque sin su cámara nerviosa, en continuo movimiento), se topa, sin embargo, con una muralla a la que le ha llevado su propio sistema.

Es entonces cuando, en el último tercio del metraje, introduce un segundo personaje protagonista y una nueva trama que se pretende complementaria, pero que resulta forzada, lejana, definitivamente perpendicular: la historia de un aparentemente honrado ciudadano, divorciado y con una hija, que esconde un enfermo inmolado por el sadomasoquismo. Si Mader pretendía con esta segunda historia mostrar la otra cara de la misma moneda, el planteamiento resulta a todas luces demasiado rebuscado, demasiado esquinado.

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