Crítica:

La épica del esclavo

Solían admirarse Marx y Engels, en sus escritos sobre arte y literatura, de la incorrupta fascinación que todavía seguían despertando manifestaciones artísticas lejanas en el tiempo. Se admiraban de que la épica homérica mantuviera intacto su público, como si fuera complejo explicarse la supervivencia de un género nacido en un contexto socioeconómico tan distinto. Ese asombro no era baladí (además de serlo indudablemente de carácter metodológico), implicaba la instauración de una cierta teoría del gusto. Eso en cuanto a la recepción, pero ¿qué sucedería si hubiera alguien capaz de escribir un ...

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Solían admirarse Marx y Engels, en sus escritos sobre arte y literatura, de la incorrupta fascinación que todavía seguían despertando manifestaciones artísticas lejanas en el tiempo. Se admiraban de que la épica homérica mantuviera intacto su público, como si fuera complejo explicarse la supervivencia de un género nacido en un contexto socioeconómico tan distinto. Ese asombro no era baladí (además de serlo indudablemente de carácter metodológico), implicaba la instauración de una cierta teoría del gusto. Eso en cuanto a la recepción, pero ¿qué sucedería si hubiera alguien capaz de escribir un cantar de gesta, sin que ello supusiera tildarlo de pastiche? Eso es justamente lo que ocurre con Javier Pascual (Madrid, 1966).

EL CANTAR DE GAMYL

Javier Pascual

Caballo de Troya

Madrid, 2005

205 páginas. 11,50 euros

]]>El Cantar de Gamyl]]> se vale

de la gramática épica. Se vale también del ardid de texto oído por casualidad en una plaza. Suma a esta estrategia los pasos previsibles (e inevitables) en una operación literaria de este tipo: una consiguiente investigación libresca, una trascripción, un relator y un autor anónimo. Una vez superadas estas fases entramos en el corazón del relato. Javier Pascual no ha escrito un ejercicio vacío. Se ve, además, que nada más lejos que la ironía invasiva, salvo la que tiene que ver exactamente con el hecho de que el protagonista de su cantar sea un esclavo negro desterrado en el desierto y no, como es exigencia del género, un ser relevante por su condición social. Javier Pascual ha escrito un texto lleno de sentido literario, que es lo menos, por otra parte, que se le tiene que exigir a una obra de literatura. El Cantar de Gamyl nos narra las vicisitudes de un esclavo, conductor de camellos en el desierto, que ha cifrado su futuro en una ansiada condición de liberto. Pascual no ha soslayado la tragedia, la confusión, las descripciones guerreras (casi homéricas, podríamos acotar). Y como todo libro de gesta, no ha evitado la trascendencia humana para la que ha sido elegido el héroe. Pascual ha jugado con casi todo el espectro teórico de los cantares de gesta. Ha sido verista, como indica la épica castellana, ha sido fantástico (e irónica, también) como la francesa, sin perder de vista la vinculación de todas éstas con la árabe. Ha sido un auténtico deleite leer este libro. Seguir los pasos del esclavo negro Gamyl por los desiertos y seguirlo tras una revelación cabalística crucial: las palabras no interpretan el mundo, el mundo está en las palabras. A esto me refería cuando hablaba más arriba del sentido literario. Y a ese "esplendor de la forma" que salvaba san Agustín del excesivo lastre de los contenidos, y que tanto tiene que ver con el disfrute de este magnífico desafío.

Dunas del desierto en Egipto, cerca del oasis de Siwa.REUTERS

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