Análisis:AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

Eurotrauma

SEMANA TRAUMÁTICA EN EUROPA. Entre otras consecuencias, la negativa de los ciudadanos franceses y holandeses al proyecto de Constitución europea, así como la decisión del Gobierno británico de eludir su ratificación, han llegado a cuestionar aspectos considerados esenciales del proceso de integración, no sólo los vinculados a su dimensión estrictamente política. Es el caso de la Unión Económica y Monetaria (UEM), que desde principios de 1999 conforman 12 de los Estados comunitarios.

La influencia que muy probablemente han ejercido en los desenlaces de esas consultas las condiciones econ...

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SEMANA TRAUMÁTICA EN EUROPA. Entre otras consecuencias, la negativa de los ciudadanos franceses y holandeses al proyecto de Constitución europea, así como la decisión del Gobierno británico de eludir su ratificación, han llegado a cuestionar aspectos considerados esenciales del proceso de integración, no sólo los vinculados a su dimensión estrictamente política. Es el caso de la Unión Económica y Monetaria (UEM), que desde principios de 1999 conforman 12 de los Estados comunitarios.

La influencia que muy probablemente han ejercido en los desenlaces de esas consultas las condiciones económicas actuales en algunos países -la intensa elevación del paro, de forma destacada- y unas expectativas basadas en los impactos competitivos de la ampliación o los derivados de las iniciativas destinadas al fortalecimiento del mercado único -como es el caso de la Directiva de Servicios- ayudaría a comprender, que no a justificar racionalmente, ese renovado euroescepticismo y su particular concreción en la UEM.

Que la unificación política del Viejo Continente facilite el funcionamiento de una unión monetaria -el euro- no significa necesariamente que ésta deba dejar de existir el día en el que ese proceso se detiene o se aplaza

Al euro se le atribuye ahora la atonía de la economía alemana, el crecimiento del paro en Francia y la recesión italiana. Dos ministros del Gobierno de Berlusconi han sugerido la resurrección de la lira, uno de ellos para asociarla al dólar estadounidense. En Alemania, aunque con una dimensión más informal, se han contemplado escenarios de abandono del euro, con el fin de disponer de una política monetaria más acorde con sus particulares necesidades de estímulo. Aquellos países que podrían estar considerando su futura vinculación a la moneda única, atenían ahora su urgencia.

Esa imputación a la unión monetaria de la anemia de algunas economías de la eurozona es un error. Admite mayor discusión la medida en que las condiciones monetarias del área (el nivel de los tipos de interés y del tipo de cambio efectivo del euro desde 1999) han podido limitar su recuperación; pero el origen de los males, la fuente de la ansiedad que los votantes han demostrado en esas consultas, nada tiene que ver con la disposición de una moneda común. La UEM sigue siendo la más ambiciosa y exitosa de las decisiones de fortalecimiento de la dinámica de integración europea. Su funcionamiento cabe valorarlo como tanto más aceptable cuanto mayor ha sido la diversidad de condiciones económicas de partida de sus miembros. Circunstancias estructurales lejos de la homogeneidad, pero también posiciones cíclicas distintas. Y, desde luego, impactos muy desiguales de la propia entrada en vigor de la moneda única. Para unos -España, por ejemplo-, una bendición, en la medida en que la participación en la UEM (en realidad, la mera presunción de que superaríamos las condiciones de acceso) supuso una muy significativa caída de la prima de riesgo de nuestra economía, un descenso importante de los tipos de interés y, no menos importante, un tipo de cambio de entrada inequívocamente favorable. Todo ello estimuló el saneamiento financiero de los agentes públicos y privados, además de impulsar ese crecimiento diferencial de la actividad y del empleo en el que todavía sigue inmersa nuestra economía. Para otros, no tanto, ya que el comportamiento de sus variables financieras apenas mejoró con ocasión de la entrada en vigor de la UEM. Fue el caso de Alemania.

La recuperación de las economías más debilitadas de la eurozona puede demandar condiciones monetarias más suaves; en realidad, algunas de las economías menos inflacionistas pudieron requerirlo hace tiempo, pero también precisan acelerar unas reformas exigidas no tanto por la existencia de la UEM como por la necesaria adecuación a un entorno global cada día más competitivo. Y esa adaptación no queda mejor garantizada fuera del paraguas de la moneda única. Que la unificación política facilite el funcionamiento de una unión monetaria no significa necesariamente que ésta deba dejar de existir el día en el que ese proceso se detiene o se aplaza. Ojalá no le falte razón al premio Nobel R. Mundell cuando afirma que es más probable un colapso del dólar que una desbandada de la UEM.

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