Cartas al director

Impuestos indirectos

Vivo en Barcelona, y sin embargo, volar a Oviedo me sale más caro que volar a Nueva York, y telefonear a Tarragona me cuesta el doble que hablar con Australia. La tarifa de mi móvil es unas tres veces mayor que la de un estadounidense medio. De acuerdo con los recibos de la compañía eléctrica, pago más por el cable que tienden hasta mi casa que por el propio consumo de electricidad. Algo parecido ocurre con un bien tan preciado como el agua: costes fijos de justificación oscura hacen que cuanto más consumo, más barato me sale el metro cúbico.

La inexorable sangría gubernamental de impue...

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Vivo en Barcelona, y sin embargo, volar a Oviedo me sale más caro que volar a Nueva York, y telefonear a Tarragona me cuesta el doble que hablar con Australia. La tarifa de mi móvil es unas tres veces mayor que la de un estadounidense medio. De acuerdo con los recibos de la compañía eléctrica, pago más por el cable que tienden hasta mi casa que por el propio consumo de electricidad. Algo parecido ocurre con un bien tan preciado como el agua: costes fijos de justificación oscura hacen que cuanto más consumo, más barato me sale el metro cúbico.

La inexorable sangría gubernamental de impuestos indirectos no ha cambiado en Europa pese a la globalización y la libertad de mercado. Entretanto, la economía no nos funciona porque cualquier pequeña iniciativa está lastrada por pseudomonopolios que nos exprimen con disimulo los impuestos que el Estado no se atreve a cobrar en la declaración de la renta.

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