Reportaje:MUJERES

40 diputadas, 35 diputados

Se cuente lo que se cuente en este reportaje, nada tendrá más valor que la fotografía que lo ilustra. Las siete mujeres que sonríen son diputadas vascas, cada una de un partido distinto. La del centro se llama María José Lafuente y es del PP. Su partido sigue insistiendo en que el Gobierno del PSOE debe ilegalizar al Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK), al que considera el último disfraz de Batasuna y, por ende, al servicio de ETA. Sin embargo, el martes pasado, y a instancias de este periódico, María José Lafuente no tuvo inconveniente en dejarse fotografiar entre una diputada de E...

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Se cuente lo que se cuente en este reportaje, nada tendrá más valor que la fotografía que lo ilustra. Las siete mujeres que sonríen son diputadas vascas, cada una de un partido distinto. La del centro se llama María José Lafuente y es del PP. Su partido sigue insistiendo en que el Gobierno del PSOE debe ilegalizar al Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK), al que considera el último disfraz de Batasuna y, por ende, al servicio de ETA. Sin embargo, el martes pasado, y a instancias de este periódico, María José Lafuente no tuvo inconveniente en dejarse fotografiar entre una diputada de EHAK, Ane Auzmendi, la mujer de la blusa roja, y Aintzane Ezenarro, parlamentaria de Aralar, un partido escindido de Batasuna en 2001. Ni remontándose muchos años atrás sería posible encontrar un retrato en el que aparecieran juntos representantes de todos los partidos vascos, y mucho menos tan sonrientes y bien avenidos. Sin embargo, el martes fue posible. Lo hicieron para celebrar que, por primera vez, el Parlamento vasco tiene mayoría de mujeres. Ellas serán 40, y ellos, 35. Quizá sea casualidad, pero hace muchos años que en Euskadi se viene soñando con una fotografía así.

Ni remontándose a muchos años atrás sería posible encontrar una imagen en la que aparecieran juntos representantes de todos los partidos vascos
En Euskadi, donde el adversario es casi siempre el enemigo, la sociedad no suele recibir de sus políticos mensajes de cercanía, sino más bien lo contrario

"La cultura femenina está asociada al pragmatismo y a la búsqueda de acuerdos. Eso es así. Y eso va a permitir que la vida parlamentaria no sea tan estridente". Quien se expresa así es Aintzane Ezenarro, la diputada electa por Aralar. "No se trata sólo de una cuestión de número. Al menos en tres grupos -PP, EHAK y Aralar- las portavoces vamos a ser mujeres, y hay otros partidos, como el socialista, donde hay diputadas muy válidas, con una larga tradición parlamentaria, como Gemma Zabaleta. No quiero idealizar. No somos mejores que los hombres, pero llevamos siglos siendo las pacificadoras en el ámbito familiar, en el día a día. Nosotras damos la vida y nos cuesta más quitarla...". Ezenarro, que tiene 34 años, nació en Getaria (Guipúzcoa) y es licenciada en Ciencias de la Información y Sociología. Tiene dos hijos, de uno y cinco años. De hecho, contesta a las preguntas mientras ellos juegan en un parque de su pueblo. Contesta a sus preguntas en euskera y a las del periodista en castellano, y lo hace sin perder el hilo ni dejar de sonreír: "Dicen que los hombres no saben hacer dos cosas a la vez...".

Dar contenido a la ley

La mayoría de mujeres en el Parlamento vasco es consecuencia de la Ley de Igualdad, aprobada el pasado 18 de febrero, justo al final de la legislatura pasada. Votaron a favor los tres partidos del Gobierno vasco -PNV, Eusko Alkartasuna e Izquierda Unida- y el Partido Socialista de Euskadi. Se abstuvo Batasuna y votó en contra el PP. El texto de la ley dispone que las candidaturas de los partidos políticos tienen que estar integradas al menos por un 50% de mujeres: "Se mantendrá esa proporción en el conjunto de la lista de candidatos y en cada tramo de seis nombres". Arantza Quiroga era entonces diputada del PP y lo sigue siendo ahora. "El que la presencia mayoritaria de la mujer se note en el Parlamento", explica, "va a depender más de nosotras que de ninguna ley. Si nos ponemos los pantalones para debatir, sin tener en cuenta la perspectiva de género, no servirá de nada. Todo lo más para hacer una foto bonita, pero ya está. Hay que darle contenido a la ley introduciendo la perspectiva de género en todos los debates, en todas las iniciativas...". Pese a sus 28 años, Arantza Quiroga, licenciada en Derecho y natural de Irún (Guipúzcoa), es una parlamentaria con experiencia. Ella, además, puede opinar con conocimiento de causa sobre una cuestión que preocupa a muchas de las diputadas entrevistadas: la compatibilidad de la vida familiar con el trabajo, un problema que a la mayoría de sus colegas ni se le pasa por la cabeza. "Yo", explica la diputada del PP, "he tenido tres hijos durante los últimos seis años, mientras era diputada. Y tengo una experiencia muy reciente que demuestra que las mujeres somos a veces muy intransigentes con nosotras mismas. Yo di a luz el pasado 11 de febrero, que era viernes. Pues bien, el jueves siguiente estaba debatiendo en el Parlamento. Mi presencia allí era necesaria para que no saliera adelante la Ley del Suelo. Y a ninguna parlamentaria se le ocurrió decir: nos quitamos un voto para que Arantza, que está convaleciente, no tenga que venir. Espero que ahora aprovechemos nuestra mayoría para solucionar ese tipo de problemas. Es curioso, pero en el Parlamento ni se contempla la baja maternal".

A Isabel Celaá, diputada socialista, no le extraña. "No hay que olvidar", dice, "que la mujer no ha existido en la historia. Fue sólo hace 25 años cuando se produjo el paso de lo privado a lo público. Ahora ya estamos en sectores punteros, pero no fue fácil. Al principio, la mujer se autoinhibía. Incluso entre las que teníamos la posibilidad de estudiar una carrera, el 50% optaba por no ejercerla. En el terreno de lo público, sigue trabajando con vacilación, no pisa fuerte". Celaá, que tiene 55 años y es licenciada en Filosofía y Filología inglesa, dice que, ahora, ella y sus compañeras se enfrentan a una situación de encrucijada. "Podemos correr el riesgo", avisa, "de reproducir los comportamientos de los hombres, y eso sería un fracaso rotundo. Sólo venceremos si conseguimos ser nosotras mismas. Aún no hemos llegado a los centros de poder, no hemos logrado abrir el séptimo sello, entrar en el sanctas anctórum. Tenemos que ser conscientes de que, más importante que la cantidad, es la calidad. Tenemos que decir: somos distintas y vamos a actuar como tal".

Abrirse paso

A Kontxi Bilbao, de Izquierda Unida, le da la sensación de que muchas mujeres no han tenido más remedio que aparcar su condición de mujer para abrirse paso entre los hombres. "Me pasa", dice con cierta sorna, "cuando veo a Condolezza Rice en televisión y pienso: 'Mujer y negra, ésta tiene que ser más mala que la tiña, porque si no, ¿cómo la iba a poner Bush ahí?...". Kontxi Bilbao, que tiene 47 años y es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación, coincide con Aintzane Ezenarro y con Gemma Zabaleta, del PSE, al referirse al conflicto irlandés: "En Irlanda", dicen las tres, "en las mesas de diálogo siempre se exigía la presencia de mujeres". "No sabemos por qué aquí", añade la diputada de IU, "no se ha explorado todavía esa cuestión".

La ocasión no puede ser más propicia. Prácticamente todas las entrevistadas respiran optimismo, hablan de un tiempo nuevo en el que el final del terrorismo quizá sea posible. "La sociedad", dice Gemma Zabaleta, que tiene 47 años y es catedrática de instituto y licenciada en Filología hispánica, "nos ha dado un mensaje: tenéis que entenderos. Habíamos llegado a una situación de colapso, de empate, de callejón sin salida. Tras el 14-M hemos entendido que quien se empecine en situaciones del pasado tendrá que pagar la factura".

Las siete mujeres de la fotografía tienen motivos para sonreír. En Euskadi, donde el adversario es casi siempre el enemigo, la sociedad no suele recibir de sus políticos mensajes de cercanía y encuentro, sino más bien de todo lo contrario. Ellas quisieron el martes quebrar esa tendencia. Son 40, y ellos, 35.

De izquierda a derecha, las diputadas en el Parlamento vasco Esozi Leturiondo (PSE), Onintza Lasa (EA), Ane Auzmendi (EHAK), María José Lafuente (PP), Aintzane Ezenarro (Aralar), Kontxi Bilbao (IU) y Eider Mendoza (PNV).PRADIP J. PHANSE

Un salto grande

LA PRIMERA LEGISLATURA del Parlamento vasco arrancó, en 1980, con cuatro diputadas. En la segunda hubo seis, y en la tercera, siete... No ha sido un camino fácil, ni en cuestión de número ni tampoco de atribuciones. Bakartxo Tejeria habla con los pies en el suelo. Tiene 34 años, es licenciada en Derecho y diputada del PNV. "Los sitios importantes", dice, "siguen estando en poder de los hombres. A nosotras nos suelen dejar las áreas de mujer, juventud, bienestar social...". No obstante, el salto propiciado por la Ley de Igualdad ha sido grande. Tanto que hasta al PNV, impulsor de la propuesta, le cogió con el paso cambiado. A mediados del pasado mes de marzo tuvo que variar 23 puestos en el conjunto de sus candidaturas para adecuarlas a la Ley de Igualdad.

Las mujeres entrevistadas huyen de idealizar la nueva composición del Parlamento vasco, pero sí advierten algunas ventajas. "Los hombres", dice Isabel Celaá, "son más retóricos, se escuchan más los unos a los otros. Las mujeres somos más pragmáticas y muy versátiles: hemos tenido que hacer muchas cosas al mismo tiempo". Nekane Erauskin, diputada de EHAK y enfermera de profesión, tercia: "Tenemos una sensibilidad distinta. Nos esforzamos en buscar el consenso, en buscar caminos para que haya soluciones, no somos tan cerradas como los hombres". Dicen que se esforzarán en promover medidas concretas, ya sean contra la violencia de género o en favor de que los horarios laborales no colisionen con la vida familiar. De todas maneras, coinciden en que lo más urgente es que las diputadas del PSE y del PP no tengan que seguir paseando a sus hijos bajo la mirada de los escoltas.

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