Crítica:Signos

Relato de un viaje por los cosos de Andalucía

Las corridas de toros atraviesan la literatura como un asunto imbricado en las raíces más profundas de la vida española. Federico García Lorca, José Ortega y Gasset, Ernest Hemingway, José Bergamín, Henry de Montherlant, Vicente Blasco Ibáñez, Gerardo Diego, Ramón Gómez de la Serna o Fernando Villalón son sólo un ejemplo de la fuerza de una fiesta que espolea sueños y pasiones. Ortega y Gasset dijo en una ocasión que "la historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos". Cargando la suerte, de Raúl Peña...

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Las corridas de toros atraviesan la literatura como un asunto imbricado en las raíces más profundas de la vida española. Federico García Lorca, José Ortega y Gasset, Ernest Hemingway, José Bergamín, Henry de Montherlant, Vicente Blasco Ibáñez, Gerardo Diego, Ramón Gómez de la Serna o Fernando Villalón son sólo un ejemplo de la fuerza de una fiesta que espolea sueños y pasiones. Ortega y Gasset dijo en una ocasión que "la historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos". Cargando la suerte, de Raúl Peña, es un libro que, publicado recientemente en Sevilla por Ediciones Espuela de Plata, aporta nuevos ángulos y matices a las palabras de Ortega.

CARGANDO LA SUERTE

Raúl Peña

Ediciones Espuela de Plata

264 páginas. 15 euros

Cargando la suerte es una obra de género mestizo que toma elementos de la crónica de viajes, el relato periodístico y el ensayo. Raúl Peña cuenta las peripecias de un equipo de rodaje que se adentra por los cosos andaluces. Al hilo de este viaje se tratan asuntos como la lidia, el casticismo o el folclor. No tema el lector encontrarse con la ristra de tópicos habituales del mundillo taurino. Cargando la suerte es otra cosa.

El inicio del libro muestra el tono del relato y hace difícil no embarcarse en su lectura. "A manera de brindis, quiero empezar mi itinerante relato con una historia no menos azarosa: la de un viejo y querido amigo que soñó con ser torero. Nos conocimos en Bilbao, siendo chavales, durante uno de aquellos inolvidables veranos en que mi madre me mandaba de vacaciones a casa de los abuelos. Guapetón y retrechero, Alvarito se las daba de castigador, pero pronto descubrí que sus humos eran una actitud defensiva, el disfraz con que ocultaba su crónica melancolía", relata Peña.

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