Crónica:LA CRÓNICA

Canciones sin música

Ocurrió hace ya un tiempo, en el Teatre Grec. Comparecieron Laurie Anderson y Lou Reed para "decir" cosas, buena parte de ellas sin soporte musical, fiándolo todo a la fuerza del texto, la dicción, la entonación y el ritmo de la palabra, la gran protagonista. Ocurrió algo insólito: el gran Lou Reed, símbolo de una generación, símbolo de la poesía urbana, símbolo de los símbolos del rock, se vio empequeñecido por Laurie Anderson, en cuya forma de decir se entendían muchos mundos que no necesitaban la traducción idiomática porque los sentidos viajan no sólo en los significados. La palabra y cómo...

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Ocurrió hace ya un tiempo, en el Teatre Grec. Comparecieron Laurie Anderson y Lou Reed para "decir" cosas, buena parte de ellas sin soporte musical, fiándolo todo a la fuerza del texto, la dicción, la entonación y el ritmo de la palabra, la gran protagonista. Ocurrió algo insólito: el gran Lou Reed, símbolo de una generación, símbolo de la poesía urbana, símbolo de los símbolos del rock, se vio empequeñecido por Laurie Anderson, en cuya forma de decir se entendían muchos mundos que no necesitaban la traducción idiomática porque los sentidos viajan no sólo en los significados. La palabra y cómo es dicha.

No debían de ser tan ambiciosos los programadores de la FNAC cuando organizaron el acto El pop también se lee. Contaban con la ventaja de que la FNAC no es un recinto reconocido públicamente como escenario, probablemente porque todos los actos que en él se realizan son gratuitos. Contaban también con ese ímpetu juguetón que, dada la falta de estiramiento y trascendencia propia de los escenarios no reconocidos, permite a sus rectores hacer lo que les viene imaginativamente en gana. Por si fuera poco, la FNAC suena en sus cuatro siglas a cultura progre, a izquierdismo razonable y a Francia, país en el que se miran con sentido común los más conspicuos intelectuales de esta Cataluña nuestra que, por ende, es la geografía más gabacha de la piel de toro.

En un acto organizado en la FNAC, se recordó que las canciones se componen de dos estructuras: la musical y la textual

¿Cuál era el juego propuesto por la FNAC?, pues simplemente recordar que las canciones se componen de dos estructuras: la musical y la textual. La primera suele ahogar tanto a la segunda que en muchos momentos no se recuerda que ésta puede tener un sentido. Cierto, en pocas ocasiones el pop cuenta algo que merezca la pena ser evocado sin el apoyo de una música, de manera que cada ciudadano de este país puede sentirse apto para dos actividades: entrenador de fútbol y letrista de pop. No hace falta mucha formación para saber que fútbol es fútbol o para escribir "estás guapo hasta calvo, shalala, shalá".

Pasando por encima de estas evidencias, El pop también se lee reivindicaba en su esencia el peso de la letra, de la historia contada, de la palabra musicalizada. Para ello se planteó el juego de que poetas, escritores y compositores se citaran para declamar aquello que hubiese impresionado su sensibilidad. Sin necesidad de ser Laurie Anderson.

Así las cosas, llegado el momento, irrumpió en el Fórum de la FNAC un torbellino naranja. Sacudió al público del local. El temblor naranja era Empar Moliner, quien se había enviado su texto de Antònia Font y necesitaba un ordenador para recibirlo. Mientras su cazadora seminaranja se hacía visible hasta para el mismísimo Sisa, Marina Rossell aseguraba: "Lo mejor de la gente que ha venido aquí es que no son nada solemnes", y respondía a una pregunta cortés diciendo que estaba "muy contenta" para acto seguido, a tenor del carácter del encuentro, explicar que la etimología de contenta viene de "contener, estar llena de algo, tener algo dentro".

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A partir de ese momento el delirio de la palabra se apoderó del Fórum de la FNAC, más llena de palabras que nunca. Dos señores con bombines deliberadamente ridículos y corbatas pasadas de moda hicieron las veces de maestros de ceremonias. Se hacen llamar Ediciones Vinoamargo, dos rapsodas que en Radio Sant Boi dicen letras de canciones indies. Tomando como eje al cirujano "patafísico" de Chucho, explicaron las diversas fases que en el amor median entre el flechazo y el hastío, entre el embrujo y la brujería que relata el chiste. Entre letra y letra, los invitados de la noche fueron recitando los textos que habían seleccionado. El temblor naranja declaró su pasión por Antònia Font, de quien leyó Tots els motors de una arrugada hoja que algún creador de tendencias hubiese denominado "casual". Entre tanto, Oliver, compositor de Antònia Font, declaró su pasión por Sisa, maestro de la imaginación, y leyó un imprescindible Himne galàctic.

En una noche en la que todos jugaron a hacer de lo que no son, resulta injusto ponderar puestas en escena, pero sería igualmente injusto no destacar varios nombres. Por una parte, el dúo Astrud, reclamado por medio de varias letras entre las que destacó Hay un hombre en España, estupenda parodia que atribuye a un solo y misterioso hombre la invención del Cola-Cao; las críticas literarias de los diarios, la traducción de los artículos de Le Monde Diplomatique; la estúpida asignación de las becas, y la programación del teatro Real, entre otras muchas actividades que incluyen trabajar de cajero en Ikea.

Entrando en el terreno del humor, el escritor Eloy Fernández-Porta originó descomunales carcajadas reivindicando a Siniestro Total y a Gigatrón, una banda valenciana que parodiaba a los grupos de heavy metal. Para ponerse en papel, el también profesor universitario pidió ayuda para situar el micro 10 centímetros por encima de su boca, como Lemmy de Motorhead. Al percibir caras de sorpresa, espetó: "¿Es que aquí sólo hay nenazas, o qué?". La letra de Gigatrón, colosal. Un fragmento: "Guasin de nait/ I'm the son of Seitanas/ requitiquitin the fire/ touch me the guitar/ like a fool, fool, fool".

No menos hilarante, con no menos mala baba y sarcasmo destacó Ramón Faura, líder de Le Petit Ramón. Leyó dos de sus letras, una dedicada a los subnormales, término con el que apela a los que hacemos vidas normales y átonas, y otra a las chicas gordas, término que engloba a las chicas que no son delgadas. Sisa, con una montura sin cristales y un papel con letras en descomunal cuerpo XXXXL, hinchó pecho con un francés de Ciutat Badia leyendo incólume a Boris Vian. Roger Mas entonó su maravilloso catalán interpretando sus propios textos. Y la mayor carga de profundidad la soltó de nuevo Eloy Fernández-Porta, quien antes de ponerse cafre y heavy acudió a la memoria para leer la letra de una canción que un joven Víctor Manuel dedicó a Francisco Franco bajo el título de Ese gran hombre. Las palabras fueron dardos. Y no hizo falta Laurie. Ni música.

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