Crítica:

Esculturas-valija

Como la palabra-valija de Alicia en el País de las Maravillas, en la obra de Begoña Goyenetxea descubrimos esculturas-valija (escultura=Y) que permiten adivinar escondida una paradójica convivencia de aventuras formales nunca previstas. Las bodas de la materia y el inconsciente se escenifican en esta exposición donde la autora vasca nacida en Barcelona (1958) reinventa una escultura que, también como la niñita de Lewis Carroll, se vuelve mayor de lo que era o más pequeña de lo que es. En esa simultaneidad que esquiva la realidad encontramos el sentido de unos trabajos que ...

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Como la palabra-valija de Alicia en el País de las Maravillas, en la obra de Begoña Goyenetxea descubrimos esculturas-valija (escultura=Y) que permiten adivinar escondida una paradójica convivencia de aventuras formales nunca previstas. Las bodas de la materia y el inconsciente se escenifican en esta exposición donde la autora vasca nacida en Barcelona (1958) reinventa una escultura que, también como la niñita de Lewis Carroll, se vuelve mayor de lo que era o más pequeña de lo que es. En esa simultaneidad que esquiva la realidad encontramos el sentido de unos trabajos que se construyen de dentro afuera, que se despliegan en un devenir indócil, sin fijar los límites, porque la materia-valija (madera esmaltada, aluminio, hierro, escayola) se sobrepasa a sí misma en su juego de sombras y volúmenes siempre inciertos.

BEGOÑA GOYENETXEA

Galería Depósito 14

San Agustín, 8. Madrid

Hasta el 23 de abril

Goyenetxea no ha sido muy pródiga a la hora de mostrar su trabajo a la superficie, se entiende, de galerías y museos. Hace cinco años que no hacía una exposición importante, y más de diez de aquella que le dio nombre en la galería Berini de Barcelona. Una razón más para vincular su obra a la escritura carrolliana, pues sabemos que el autor inglés renuncia al primer título que tenía previsto, Las aventuras subterráneas de Alicia, porque descubre que en realidad todo lo que le ocurre a su protagonista es en la frontera. Los objetos de Goyenetxea también se mueven en ese limes, en ese deslizamiento entre lo demasiado profundo y la posibilidad del espacio real, y así encontramos unas esculturas que crecen por los bordes, o pequeñas maquetas que se recorren a sí mismas, espacios profundos que reflejan sombras -las del espectador- en una superficie plateada. Es la lógica geométrica y sintáctica de una artista que sugiere espacios que se interfieren y materiales que balbucean, indeterminados, o falsas sinestesias y desplazamientos lógicos. Un ejemplo, el pequeño objeto Sin título 5, ¿no podría ser un "pollueloc" ("pájaro en su nido + bloc")?, o el Sin título 7, ¿un "soldado-fusil" atrincherado en un ataúd de muerte? Cualquier sentido en estos trabajos está "flotado", y eso es lo divertido, en un entorno galerístico donde lo peligroso es pretender designar.

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