Blair arranca la campaña con el éxito económico como principal baza electoral

Los conservadores centran su estrategia en cuestionar la credibilidad del primer ministro

Tony Blair y Michael Howard reafirmaron ayer sus respectivas estrategias electorales en un apasionado, teatral y último enfrentamiento parlamentario antes de los comicios del 5 de mayo. El primer ministro confirmó que los laboristas van a poner la economía en el centro de la campaña y acusó a los tories de "poner en peligro la estabilidad económica del Reino Unido". El líder de la oposición ratificó la impresión de que su campaña se va a centrar más en cuestionar la credibilidad de Blair que en defender su propia alternativa de Gobierno.

Con los escaños abarrotados como en las gr...

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Tony Blair y Michael Howard reafirmaron ayer sus respectivas estrategias electorales en un apasionado, teatral y último enfrentamiento parlamentario antes de los comicios del 5 de mayo. El primer ministro confirmó que los laboristas van a poner la economía en el centro de la campaña y acusó a los tories de "poner en peligro la estabilidad económica del Reino Unido". El líder de la oposición ratificó la impresión de que su campaña se va a centrar más en cuestionar la credibilidad de Blair que en defender su propia alternativa de Gobierno.

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Con los escaños abarrotados como en las grandes ocasiones, el tradicional debate semanal de control al Gobierno se convirtió en una enardecida batalla entre un Blair más crispado que elocuente y un Howard en extraordinaria buena forma y jaleado como nunca desde sus escaños. En medio, el líder liberal-demócrata, Charles Kennedy, se mantuvo fiel a su intención de hacer una campaña constructiva, aunque no perdió la ocasión de sumarse a la tarea de desgastar la imagen del primer ministro.

El debate de ayer no dejó de ser un espejo del telón de fondo que va a marcar estas elecciones. Blair quiere explotar los éxitos económicos de su Gobierno, pero al tiempo parece atrapado por la necesidad de impedir que los comicios se conviertan en un referéndum sobre su gestión personal, debilitada por la desconfianza que han generado la crisis de Irak y decisiones impopulares como el aumento de las tasas universitarias o la introducción de mecanismos de gestión privada en los hospitales públicos.

Su receta es poner en primer plano la economía y atacar la oferta conservadora y al tiempo intentar arrastrar a los potenciales votantes laboristas a elegir no entre el laborismo y sus ideales, sino entre el Partido Laborista y el Conservador. "Antes, los conservadores solían refugiarse en la economía. Ahora rehúyen ese debate", proclamó Blair. "No hay ninguna elección mayor que la de la economía", aseguró. "Vamos a exponer la realidad del futuro económico que ofrecen los conservadores y vamos a hacer de ello le cuestión central de la campaña electoral", añadió. "La estabilidad y la prosperidad están en la papeleta de voto".

Tanto Blair como su rival interno y circunstancial aliado político, Gordon Brown, reafirmaron su conocida denuncia de que los tories recortarían en 50.000 millones de euros el programa de inversiones públicas del Gobierno laborista. "Esto no es una denuncia laborista, es una política conservadora", insistió Blair. El primer ministro pareció confirmar que seguirá contando con Brown para dirigir el Tesoro. "Hemos tenido un extraordinario canciller del Exchequer con un fantástico historial económico. (...) Sería bastante descabellado arriesgar eso", declaró.

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Howard, crecido por la mejora de las perspectivas conservadoras en los sondeos, hechizó a sus diputados al recitar un rosario de promesas rotas en los ocho años de poder laborista, coreado con delirio desde sus escaños: "Impuestos, arriba; crimen, arriba; inmigración, arriba; listas de espera, arriba; absentismo escolar, arriba", vociferó. El líder tory echó mano de un comentario atribuido en su día a Brown para denunciar a un primer ministro "en el que no se puede confiar".

Tras el choque de los Comunes, Howard presentó algunas de sus propuestas electorales en materia de ley y orden y prometió meter a los gamberros "la misma dosis de miedo que ellos están diseminando por la sociedad". "El declive de las responsabilidades individuales, la proliferación de los llamados derechos humanos y la incapacidad de Blair para marcar una distinción entre lo bueno y lo malo han dejado a Gran Bretaña sin fuerzas ante el aumento del crimen y el desorden", añadió.

La campaña tory dibujando un escenario caótico de crimen ha provocado las protestas de varios jefes policiales. Frente a las estadísticas que señalan un descenso del número de delitos desde 1997, el ministro del Interior en la sombra, David Davies, se ratificó en su posición de que "el crimen está fuera de control". La campaña tory sigue dejando al laborismo el monopolio del centro político.

Tony Blair, a la izquierda, escucha a su ministro de Finanzas, Gordon Brown, ayer en Londres.REUTERS

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