Columna

La fuerza del volumen

En el Museo de Bellas Artes de Bilbao se ofrece una amplia muestra del artista Daniel Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 1882-Madrid, 1969). El mejor Vázquez Díaz se gestó en los doce años (1906-1918) de estancia en París. Dos maestros le marcaron para siempre, Cézanne y Picasso. El primero de ellos, a través de sus peculiares análisis estructurales del paisaje, junto a las variaciones de la tonalidad sumamente sutiles. El segundo -en un grado de influencia mucho más acusado- le enseña a construir volúmenes puros dentro de una superficie, lo que viene a ser santo y seña del cubismo analítico. Toda l...

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En el Museo de Bellas Artes de Bilbao se ofrece una amplia muestra del artista Daniel Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 1882-Madrid, 1969). El mejor Vázquez Díaz se gestó en los doce años (1906-1918) de estancia en París. Dos maestros le marcaron para siempre, Cézanne y Picasso. El primero de ellos, a través de sus peculiares análisis estructurales del paisaje, junto a las variaciones de la tonalidad sumamente sutiles. El segundo -en un grado de influencia mucho más acusado- le enseña a construir volúmenes puros dentro de una superficie, lo que viene a ser santo y seña del cubismo analítico. Toda la obra de más alto valor artístico que lleva la firmada de Vázquez Díaz es un derivado de ese balance bifilar.

Para subrayar la enorme influencia picasiana, basta tomar tres obras suyas, El depósito de Horta de Ebro, Arlequín acodado y Mujer en verde, fechadas las tres en 1909. Como ejercicio comparativo se eligen seis de los mejores paisajes de Vázquez Díaz, tales como La gabarra (1919), La fábrica bajo la niebla (1920), La fábrica dormida (1925), Posada de las ánimas (1924-1925), Baño de María Padilla (1933) y Paisaje de La Pedriza (1947). Pues bien, podemos colegir que esas seis obras, realizadas en un espacio de casi treinta años, vienen -y viven- directamente de cuanto Picasso inventó en un solo año. Mas debemos aplaudir a Vázquez Díaz por haber estado atento en aquellos años parisinos a los buenos influjos que el gran arte contemporáneo dio al mundo.

Destacan algunos potentes retratos al óleo expuestos en la planta baja, que es donde se exhibe la mayor parte de la obra. Lo que sorprende es que al público no se le invita a ver los dibujos de Vázquez Díaz en la segunda planta. No hay señalización a la vista, excepto un minúsculo cartelito medio escondido junto al ascensor. Quien pase por la exposición de la planta baja tal vez se marchará a su casa en la creencia de que la ha visto entera; y no es así. En la segunda planta tienen una galería de retratos, hechos a lápiz, carbón, grafito, sanguina y semejanzas, que son dignos de verse. Están ejecutados sobre grafías de muy diverso trazo. Estamos ante el fenómeno de la forma y no del color.

También aquí vale recordar aquello que aducían los cubistas sobre "le dessin pour le dessin" (el dibujo por el dibujo). Pero no sólo el despliegue de gamas gráficas le sirve a Vázquez Díaz para captar los máximos parecido de sus modelos, sino que le viene de perlas para poder expresar cómo piensa de cada uno de los retratados: Gómez de la Serna, Rodin, Unamuno, Solana, Arteta, Regoyos, Sorolla, etcétera. Parece anunciar: "una cosa es saber quién eres y otra saber cómo eres bajo mi mirada".

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