Reportaje:

Una llamada a la conciencia para no olvidar jamás

Una exposición en el Museo del Ferrocarril, centrada en las vidas de Primo Levi y Ana Frank, ilustra los horrores del Holocausto

"El 26 de febrero de 1944, a las 21 horas, el tren se detiene en Auschwitz. Fin de trayecto". Primo Levi escribió así su llegada a uno de los mayores campos de concentración del régimen nazi, en los que más de seis millones de personas -la mayoría judíos, pero también gitanos, minusválidos y opositores políticos de toda Europa- murieron en las camáras de gas y fueron luego reducidos a cenizas en los crematorios. Él permaneció en Auschwitz 22 meses. Salió vivo.

Científico de formación, Levi escribió al mundo el horror del Holocausto en libros como Si esto es un hombre o ...

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"El 26 de febrero de 1944, a las 21 horas, el tren se detiene en Auschwitz. Fin de trayecto". Primo Levi escribió así su llegada a uno de los mayores campos de concentración del régimen nazi, en los que más de seis millones de personas -la mayoría judíos, pero también gitanos, minusválidos y opositores políticos de toda Europa- murieron en las camáras de gas y fueron luego reducidos a cenizas en los crematorios. Él permaneció en Auschwitz 22 meses. Salió vivo.

Científico de formación, Levi escribió al mundo el horror del Holocausto en libros como Si esto es un hombre o Tregua. Pero la espantosa experiencia vivida jamás le abandonó. El 11 de abril de 1987, con 69 años, Levi se suicidó arrojándose por el hueco de la escalera de su hogar en Turín (Italia). Días antes confesó a sus amigos que la muerte que empezaba a dibujarse en el rostro de su madre, enferma de cáncer a los 92 años, había despertado en su mente las espantosas imágenes de sus compañeros desnutridos y agotados que yacían moribundos en los camastros del campo de exterminio.

El científico y escritor italiano llegó a Auschwitz en un tren con 650 pasajeros. Sólo sobrevivieron tres

"El 26 de febrero de 1944, a las 21 horas, el tren se detiene en Auschwitz. Fin de trayecto". La frase de Levi recibe al visitante en la exposición Primo Levi, la memoria y Ana Frank, una doble muestra que, desde el pasado 27 de enero y hasta el próximo 27 de marzo en el Museo del Ferrocarril, pretende que jamás quede en el olvido que, hace 60 años, la vieja Europa permitió que en su seno creciera y se pusiera en marcha la más mortífera maquinaria exterminadora de la historia de la humanidad.

"Levi no sólo quería ofrecernos información de lo que sucedió en los campos de exterminio.Él quiso con su obra convertiernos en testigos de la tragedia. Él ha podido desaparecer, pero su memoria no". Así explica Sofía Gandarias, nacida en Gernika, la vida del científico italiano, que ella resume en seis cuadros. "En el fondo, el mensaje de Levi que recogen mis obras es que el visitante de la exposición acabe siendo el testigo que no era del Holocausto", añade Gandarias.

Frías, duras, incluso angustiosas. Así son las obras de la artista, que utiliza el mármol en polvo, el cemento y colores sombríos para que, más allá de una propuesta estética, sus creaciones impliquen al visitante con la historia personal de Levi.

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El reloj y el tiempo, el que pasa y el que queda detenido, están muy presentes en toda la exposición y en los cuadros de la artista. En el primero, La memoria, llegada a Auschwitz, 26 de febrero de 1944, 21 horas, la esfera marca el instante en que el tren que condujo a Levi y a otros 650 judíos -hombres, mujeres, ancianos y niños- se detuvo ante la verja de entrada al campo.

Auschwitz, 27 de febrero de 1944, muerte de Emilia Levi (3 años) y su hermano Italo Levi (7 años), gaseados es el título de la segunda obra. Dos cruces gamadas, junto a un reloj, presiden la escena de un niño con los brazos levantados. A su lado, otro menor ya ha desfallecido. La familia Levi fue entregada a los nazis por las autoridades fascistas italianas después de que su peluquero les denunciara por 700 liras.

Las siguientes tres obras ilustran un escalofriante recorrido por los crematorios y las inhumanas condiciones de trabajo que soportaron los prisioneros de los campos de exterminio. La mayoría de los deportados eran gaseados en las primeras 48 horas. Sólo a aquellos capaces de trabajar se les mantenía con vida, aunque muchos no eran capaces de hacerlo más que unos pocos meses. De los 650 compañeros de viaje de Levi en su traslado a Auschwitz, tres sobrevivieron.

"10.000 prisioneros trabajan en la fábrica de caucho sintético, trabajan toda la noche con los pies desnudos, frío glacial, Levi lleva cosido el número 174517. Comen sopa de nabos. En la barraca no había de nada. Levi memoriza cada momento para testimoniar, para reclamar justica. Él cree todavía en el hombre y la justicia. Preocupados por llegar hasta el final de la jornada, los detenidos viven cada instante como animales. La esperanza de vida era de seis meses", escribe Gandarias como comentario de una de sus obras.

La sexta y última recoge el momento de la muerte de Levi. La escalera, el dolor y un ojo como testigo."El mundo no puede olvidar", insiste Sofía Gandarias. "Y esta exposición es un grito para ello. Lo más gratificante de esta muestra es la gran cantidad de colegios que la están visitando. Es el legado de Levi", concluye la artista.

El diario de una niña

La segunda parte de la exposición está dedicada a Ana Frank, la precoz escritora cuyo diario se ha convertido en un símbolo mundial por la paz y la convivencia. Escondida en "la casa de atrás", como denominó ella al escondrijo hecho por su padre, Otto Frank, en un anexo de la empresa que gestionaba en Amsterdam, Ana relató día a día las vicisitudes y el miedo a que llegara el día, como ocurrió el 4 de agosto de 1944, alguien les delatara y la Gestapo encontrara su refugio.

Ana, como su madre, Edith, y se hermana Margot moriría en los campos de concentración nazis. Sólo Otto sobrevivió al horror.

La exposición recorre la vida de Ana desde su nacimiento hasta su muerte, con su diario, que le fue regalado en su decimotercer cumpleaños, como elemento central.

La pequeña Ana, en brazos de su abuela, vestida de blanco y rodeada de los niños del vecindario, era un regordete bebé en el mes de junio de 1929, cuando nació en Francfort del Main (Alemania).

Las envejecidas fotos muestran una familia feliz, tranquila y unida. La llegada de los nazis al poder, en 1933, y las crecientes políticas de discriminación que sufrían los judíos llevan a Otto a decidir que la familia emigre a Amsterdam (Holanda), donde encontrará trabajo en una fábrica de mermeladas.

Tres días antes de ser descubiertos, Ana escribe sus últimas palabras en el diario. El cuaderno será encontrado por un amigo de la familia días después. Lo guardará hasta que, terminada la Segunda Guerra Mundial, Otto regrese a Amsterdam y se lo pueda entregar. El padre lo publicará, haciendo realidad los deseos de su hija.

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