Reportaje:

El Partido Radical italiano se ofrece al mejor postor

Los católicos de derechas y de izquierdas se oponen a un pacto con Pannella y Bonino

No es frecuente que un partido se someta a la condición de mercancía en una subasta. O, mejor dicho, no es frecuente que la subasta sea pública. En el caso del viejo Partido Radical italiano, el de Marco Pannella y Emma Bonino, el que protagonizó la conquista del divorcio y la legalización del aborto y ahora ha conseguido un referéndum sobre la fecundación asistida, la subasta es política, pública y notoria. Pannella y Bonino ofrecen su voz y sus votos, siempre más de 500.000, a la coalición de Silvio Berlusconi y a la de Romano Prodi (las elecciones serán en 2006). Piden a cambio puestos en l...

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No es frecuente que un partido se someta a la condición de mercancía en una subasta. O, mejor dicho, no es frecuente que la subasta sea pública. En el caso del viejo Partido Radical italiano, el de Marco Pannella y Emma Bonino, el que protagonizó la conquista del divorcio y la legalización del aborto y ahora ha conseguido un referéndum sobre la fecundación asistida, la subasta es política, pública y notoria. Pannella y Bonino ofrecen su voz y sus votos, siempre más de 500.000, a la coalición de Silvio Berlusconi y a la de Romano Prodi (las elecciones serán en 2006). Piden a cambio puestos en las listas y "visibilidad". Por ahora, nadie les quiere.

Pannella y Bonino, el incombustible dúo dinámico del radicalismo italiano y europeo, consideran que pueden encajar en ambos bandos. Ya estuvieron con Berlusconi en 1994 y 1996, y antes con los comunistas, y antes con los republicanos. Sus ideas son ambivalentes, conservadoras en lo económico y progresistas, casi revolucionarias, en lo social. Pannella acaba de ser absuelto del delito de posesión de estupefacientes, por participar en una gran fumada pública a favor de la legalización de la marihuana, y Bonino ha sido la voz de la campaña que ha conseguido arrancar del Supremo un referéndum para reformar la ley sobre la fecundación asistida, que desde un punto de vista laico puede definirse como católica y restrictiva. El referéndum, que debe celebrarse antes de junio y para el que Berlusconi aún no ha fijado fecha, es su única condición: exigen que quien les adopte, vote en el sentido que vote, no boicotee la consulta, como proponen los obispos.

Togliatti definió a Pannella como "el mayor rompepelotas del país"

Berlusconi les quiere. Sabe que las elecciones serán reñidas y que el 1% de votos radicales puede dar la victoria. Il Cavaliere es un pragmático que prefiere olvidar. Como cuando el Partido Radical se sumó a su candidatura y la amistad duró hasta la primera votación parlamentaria: Pannella montó un escándalo y se pasó a la oposición. Tampoco quiere recordar, se supone, el acuerdo de 1996. Los radicales le arrancaron el compromiso de una indemnización si sus candidatos insertados en las listas de la Casa de la Libertad berlusconiana no resultaban elegidos. No lo fueron, y, ante la tardanza en satisfacer el pago, se presentaban a las puertas de su casa disfrazados, al estilo cobrador del frac.

Los Demócratas de Izquierda (ex comunistas) y Refundación Comunista también les quieren, aunque el histórico Palmiro Togliatti definiera a Pannella como "el mayor rompepelotas del país", aunque Achille Ochetto descubriera (con sorpresa) que la alianza con los radicales implicaba una alianza con la estrella del porno Cicciolina, y aunque el viejo Giancarlo Pajetta insista en que "por cada voto que aportan los radicales, nos restan diez".

Quien no acepta a los radicales, de ninguna forma, son los católicos. En el bando berlusconiano, dicen no la Democracia Cristiana (centristas) y la Liga Norte (católicos preconciliares), y preferiblemente no los posfascistas de Alianza Nacional. En el bando de Romano Prodi dicen no los católicos, es decir, el propio Prodi.

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Hay muchos argumentos para rechazar al Partido Radical. El sacerdote Gianni Baget Bozzo, ideólogo de Forza Italia, afirma que Pannella "es un cuco que hace su nido en los partidos ajenos", y en ese punto tiene razón. Pannella tiende a funcionar como si todos los partidos fueran suyos.

"Quedarnos solos, al margen de las coaliciones y con el actual sistema electoral, nos condenaría a bajar la persiana de un partido histórico", dice Pannella, que sigue empeñado en negociar con unos y con otros. En cualquier caso, nadie cree en la desaparición del Partido Radical: la formación, con menos de 5.000 afiliados, no es tanto un partido como una idea, un estilo o, dicho con malas palabras, una mosca cojonera que sobrevive a todas las coces.

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