Crítica:ESTRENO | 'Memoria del saqueo'

Denuncia del neocolonialismo

Desde que debutara en el largometraje, allá por 1966, con La hora de los hornos, sin duda alguna el documental más influyente de la historia del cine en Latinoamérica, Fernando E. Solanas ha ido construyendo una filmografía en la que el empeño de denuncia se mezcla con su propia vida como militante social, primero, y como representante electo en el Congreso, después: un referente ético en un país en el que no abundan. Desde su regreso del exilio español y francés, en el que permaneció largos años, Solanas ha ido ensombreciendo su cine, que del homenaje a las clases subalternas (...

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Desde que debutara en el largometraje, allá por 1966, con La hora de los hornos, sin duda alguna el documental más influyente de la historia del cine en Latinoamérica, Fernando E. Solanas ha ido construyendo una filmografía en la que el empeño de denuncia se mezcla con su propia vida como militante social, primero, y como representante electo en el Congreso, después: un referente ético en un país en el que no abundan. Desde su regreso del exilio español y francés, en el que permaneció largos años, Solanas ha ido ensombreciendo su cine, que del homenaje a las clases subalternas (Los hijos de Fierro, terminada en España; Sur) ha regresado limpiamente a la denuncia airada de un país y de un modelo económico que no funcionan.

MEMORIA DEL SAQUEO

Dirección: Fernando E. Solanas. Intérpretes: filme documental. Género: documental histórico, Argentina, 2004. Duración: 120 minutos.

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Eso era La nube, película premiada en medio mundo y que aquí no hemos visto; y eso vuelve a ser Memoria del saqueo. Dividida en diez capítulos, con una decidida voluntad pedagógica y un tono de incontenible ira porque lo que puso de manifiesto hace casi 40 años, la dependencia neocolonial en que se hallaba Argentina, y con ella, toda América Latina, no sólo no se haya modificado, sino que se ha profundizado en un proceso imparable de corrupción política y cleptocracia desembozada, el filme es un repaso sin paliativos a las políticas antipopulares (que Solanas no duda en catalogar como "genocidio") y a la incapacidad de la clase política argentina para enfocar los problemas del país en una dirección no ya progresista, sino sencillamente honesta y decente.

Es una película de una crudeza ejemplar, de una claridad meridiana; un filme que jamás oculta desde dónde está contando, desde los intereses de las clases populares.

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