COYUNTURA AGRARIA

Japón: a la espera de la bendita inflación

Los datos del último trimestre de 2004 han confirmado que Japón sufre una nueva recesión, la cuarta en los últimos tres lustros. Esta coyuntura quiebra las esperanzas de una recuperación bonsái que las autoridades japonesas habían pronosticado a principios del año pasado. La segunda economía del mundo ha caído un 0,5% en términos interanuales. Las causas de ese deterioro han sido dos: la poca consistencia del consumo privado, que ocupa el 55% de su PIB (y que cayó en el cuarto cuatrimestre un 0,3%), y el deterioro de la balanza comercial, ya que las importaciones de bienes y servicios c...

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Los datos del último trimestre de 2004 han confirmado que Japón sufre una nueva recesión, la cuarta en los últimos tres lustros. Esta coyuntura quiebra las esperanzas de una recuperación bonsái que las autoridades japonesas habían pronosticado a principios del año pasado. La segunda economía del mundo ha caído un 0,5% en términos interanuales. Las causas de ese deterioro han sido dos: la poca consistencia del consumo privado, que ocupa el 55% de su PIB (y que cayó en el cuarto cuatrimestre un 0,3%), y el deterioro de la balanza comercial, ya que las importaciones de bienes y servicios crecieron más que las exportaciones, lo cual no deja de ser sorprendente en una economía con su vigor exportador.

Si se amplía el foco de los problemas, la coyuntura es la siguiente: continúa la deflación (los precios se reducen), que ya ocupa los últimos 27 trimestres; es ésta una caída de los precios que no está motivada por aumentos de la productividad nipona -lo que sería positivo-, sino que se basa en la espectacular bajada de la demanda, lo que obliga a las empresas a bajar sus precios si quieren vender. Los ciudadanos, que desconfían del futuro, siguen ahorrando casi todo lo que ganan (lo contrario, por ejemplo, que en EE UU). Como consecuencia de ello, los tipos de interés son negativos. Además de la deflación, Japón sufre un sistema financiero muy débil que mezcla los bancos más grandes del planeta con la baja calidad de sus créditos, que más veces de las deseables se convierten en fallidos que no se pagan. Por último, un endeudamiento público espectacular que ronda el 170% del PIB, lo que sitúa a la economía nipona en los primeros puestos de las clasificaciones de las naciones más endeudadas.

En el marco de la globalización, las dificultades de Japón se pueden transmitir con rapidez al resto del área. Pero esos problemas no dejan de tener paradojas. Japón incorpora, al mismo tiempo, un superávit récord en la balanza de pagos, gracias, entre otros aspectos, a la financiación de los abultados déficit gemelos de EE UU (presupuestario y exterior), a través de la creciente adquisición de bonos del Tesoro. Con una peculiaridad adicional: cuanto más excedente tiene Japón y más déficit EE UU, más deuda estadounidense poseen los japoneses, más intereses acumulan y más hacen crecer su superávit; la subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal -desde junio han pasado del 1% al 2,75%- acentúa ese círculo inclasificable.

Casi nadie pensaba que la economía japonesa entraría otra vez en recesión. En 2003 su PIB había aumentado un 2,6%, el porcentaje más alto desde 1996. Las características económicas niponas son difíciles de prever. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años ochenta, creció de modo espectacular, acuñándose el concepto de milagro japonés para definir esa mezcla de empresas exportadoras y una política microeconómica apoyada desde el Gobierno (selectividad sectorial, benevolencia con los procesos de cartelización, inducción de estrategias de cooperación interempresarial, proteccionismo, estímulo a las estrategias exportadoras e iniciativas de persuasión para alinear el comportamiento de las empresas con los objetivos de desarrollo económico del país). A finales de los ochenta, una expansión excesiva y poco controlada del crédito, con el precio del dinero muy bajo, dio lugar al estallido conjunto de una burbuja financiera y otra inmobiliaria; a la caída de los precios de los activos en los mercados de renta variable e inmobiliarios le siguió un periodo de bajo crecimiento de la actividad y a la deflación, de los que aún no se ha salido.

Hay científicos institucionalistas que atribuyen esta discontinuidad no sólo a un manejo poco hábil de la política económica, sino a algunos de los valores culturales del capitalismo japonés, muy distintos de los del capitalismo americano: cooperación, respeto a la jerarquía, paternalismo, nacionalismo, consenso en la toma de decisiones, la edad como principio de autoridad, la educación como factor diferencial... En los últimos años, esto está variando hacia una mayor difusión de los "valores occidentales" entre la juventud, presencia creciente entre los ejecutivos de gestores con visiones empresariales análogas a las occidentales, aumento de la participación accionarial extranjera en las empresas japonesas... Pero ello no varía, por el momento, los datos de la coyuntura.

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