CATALUÑA | PROTECCIÓN INFANTIL

Una sentencia a favor todavía sin cumplir

Los dos últimos años le han parecido una eternidad a Rose Mari B., una mujer de origen brasileño que reside en Valencia y que en enero de 2003 obtuvo la guardia y custodia de su hija Irene. La sentencia, firme, de un tribunal de familia de Barcelona que le daba la razón al reclamar a su hija todavía no se ha ejecutado después de dos años y, por un cúmulo de circunstancias, parece que el retorno de la niña con su madre biológica no va a ser un camino de rosas.

Irene, de 10 años, sigue viviendo en el hogar de la familia de Cardedeu (Barcelona) que la acogió hace cuatro años. Tras haber pa...

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Los dos últimos años le han parecido una eternidad a Rose Mari B., una mujer de origen brasileño que reside en Valencia y que en enero de 2003 obtuvo la guardia y custodia de su hija Irene. La sentencia, firme, de un tribunal de familia de Barcelona que le daba la razón al reclamar a su hija todavía no se ha ejecutado después de dos años y, por un cúmulo de circunstancias, parece que el retorno de la niña con su madre biológica no va a ser un camino de rosas.

Irene, de 10 años, sigue viviendo en el hogar de la familia de Cardedeu (Barcelona) que la acogió hace cuatro años. Tras haber pasado por varios centros de menores, la niña se aclimató rápidamente a su nueva familia, la pareja formada por Josep Maria M. y María Antònia C., que iniciaron una campaña de recogida de firmas para quedarse con Irene cuando el tribunal sentenció en favor de la madre biológica.

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La pareja sostiene que la progenitora se ha desentendido durante años de la niña y que ésta se niega en redondo a regresar "con una mujer a la que desconoce". La abogada de la madre desmiente esta versión y asegura que el calvario de Rose Mari empezó cuando "tuvo que dejar a la niña en manos de la Dirección General de Atención a la Infancia de la Generalitat porque se encontraba en Cataluña sin papeles y tenía que regresar a Brasil en busca de la documentación necesaria para su regularización".

"Cuando regresó, la Generalitat le dijo que su hija ya no estaba en el centro de acogida y más tarde supo que su niña había sido entregada a una familia acogedora", explica la abogada. La batalla legal entre la familia acogedora y la madre biológica (el padre, que ya no vive con Rose Mari, nunca ha reclamado a la niña) recaló en la Audiencia de Barcelona, que ratificó la primera sentencia y dictaminó un acercamiento progresivo entre madre e hija hasta finales de junio de este año, cuando, Irene tendrá que quedarse definitivamente en su nuevo hogar de Valencia. La aproximación entre madre e hija, sin embargo, parece haberse convertido en una auténtica carrera de obstáculos. El pasado año la niña empezó a pasar algunos fines de semana con su madre biológica, pero todo acabó cuando, en julio, Dani, otro hijo adoptado de la pareja, de 18 años y al que Irene estaba muy apegado, murió a causa de un accidente laboral. Meses después de aquella tragedia, la pareja acogedora asegura que cada fin de semana lleva a la niña a Barcelona para que la recoja su madre. "Cada vez nos encontramos con la misma historia: la mujer tiene que regresar a Valencia con las manos vacías porque la niña se resiste a marchar con ella", asegura Maria Antònia. La abogada de Rose Mari, por su parte, acusa a la pareja de obstaculizar el acercamiento "contándole mentiras a la niña sobre su madre biológica".

Terapeutas del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona han inciado sesiones con las tres partes para reconducir la situación. La abogada de Rose Mari asegura que tras la sentencia firme no hay camino de retorno y que la madre recuperará a su hija en junio. Josep y Maria Antònia no dan el tema por cerrado: "Si el informe de los terapeutas desaconseja el retorno de Irene con su madre, posiblemente la sentencia no tendrá que ejecutarse. Quién sabe", apunta Maria Antònia.

Josep Maria M. y María Antònia C., en Cardedeu.JORDI BARRERAS