Crítica:

Infancias de 1936

Los ojos desvalidos de los niños, unas miradas implorantes y lúcidas a un tiempo, tempranamente maduras, son los mejores símbolos de la barbarie de una guerra. No fueron una excepción los semblantes de los más de 37.000 pequeños que abandonaron el territorio de la República española durante el conflicto civil. Cada una de sus historias conmueve hasta el alma y, aunque todas las peripecias se desarrollan en un paisaje común de devastación, los matices devienen infinitos.

"Niños de la guerra, testigos de la muerte, la destrucción y el caos, que seguían jugando en los escombros; viviendo e...

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Los ojos desvalidos de los niños, unas miradas implorantes y lúcidas a un tiempo, tempranamente maduras, son los mejores símbolos de la barbarie de una guerra. No fueron una excepción los semblantes de los más de 37.000 pequeños que abandonaron el territorio de la República española durante el conflicto civil. Cada una de sus historias conmueve hasta el alma y, aunque todas las peripecias se desarrollan en un paisaje común de devastación, los matices devienen infinitos.

"Niños de la guerra, testigos de la muerte, la destrucción y el caos, que seguían jugando en los escombros; viviendo en lo que quedaba de sus hogares, con el padre en el frente y la madre buscando qué comer, en qué trabajar, a qué puerta llamar. En una u otra zona del espanto, los niños de la guerra jugaban a estar vivos, a esperar, a guardarse las preguntas para después que todo terminara. Preguntas que se quedaron sin respuesta durante años". Este testimonio de la escritora Josefina Aldecoa representa uno más entre los recogidos en toda España, a veces ordenados de modo un tanto caótico, y que desfilan por las páginas de este libro de historia oral. Una obra que ahonda en la memoria colectiva de aquella generación que esperaba una bicicleta para el verano de 1936 y se encontró con fusiles y tanques.

LOS NIÑOS REPUBLICANOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA

Eduardo Pons Prades

Oberon. Madrid, 2004

406 páginas. 20 euros

La premisa del maestro Pierre Vilar de que "el aspecto subjetivo, el ambiente de los acontecimientos es también una condición de la realización de la Historia" ha servido a Pons Prades para escribir un libro que conjuga sus conocimientos de historiador con la práctica de una vida que se confunde con las biografías de los niños del 36.

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