Editorial:

Torpe avería

La diplomacia funciona con gestos. Los del Reino Unido con España respecto a Gibraltar, sean premeditados o no, son cuando menos torpes e inoportunos. El último de los incidentes en esa saga de submarinos británicos con problemas -el del HMS sceptre- no parece dramático (la avería no se ha localizado en el reactor nuclear, a diferencia del tireless), pero no contribuye a impulsar el nuevo clima que las dos gobiernos se comprometieron a desarrollar el pasado diciembre mediante un foro ministerial tripartito y permanente en el que estuvieran también los gibraltareños.

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La diplomacia funciona con gestos. Los del Reino Unido con España respecto a Gibraltar, sean premeditados o no, son cuando menos torpes e inoportunos. El último de los incidentes en esa saga de submarinos británicos con problemas -el del HMS sceptre- no parece dramático (la avería no se ha localizado en el reactor nuclear, a diferencia del tireless), pero no contribuye a impulsar el nuevo clima que las dos gobiernos se comprometieron a desarrollar el pasado diciembre mediante un foro ministerial tripartito y permanente en el que estuvieran también los gibraltareños.

El obligado atraque de este vetusto sumergible atómico el jueves en aguas gibraltareñas, por un fallo en uno de los sistemas de refrigeración del motor, muestra la dificultad que supone el uso activo y el interés estratégico de la base militar para la solución del contencioso por parte británica. El Ministerio de Defensa británico fue quien más se opuso a que progresaran las negociaciones en la época de Aznar al rechazar cualquier posibilidad de uso conjunto de las instalaciones.

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Madrid tuvo conocimiento "hace aproximadamente una semana" de que el Sceptre atracaría en Gibraltar para hacer una "breve y pequeña reparación", pero fue sólo el jueves por la noche cuando el embajador británico comunicó que la avería era mayor, lo cual exigiría una estancia de unos seis días en el peñón, según dijo ayer la vicepresidenta Fernández de la Vega. Londres no ha sido muy diligente en la comunicación -tampoco el gobierno para hacerla llegar antes a la oposición-, consciente, como tendría que serlo, de la sensibilidad que el asunto de los buques averiados suscita en España tras el caso del Tireless, que permaneció en el peñón casi un año, desde mayo de 2000, por un fallo en el reactor atómico. la "firme protesta" oficial ha sido considerada escasa por la oposición, que acusa al ejecutivo de esconder información. peor lo ha tenido el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, quien tuvo que enterarse del incidente en primer término por el ministerio de exteriores. En definitiva, nadie sale bien parado, y el peor, el propio proceso negociador.

Éste retomó en diciembre otra vía, azarosa pero realista ante la parálisis de las negociaciones. Los dos gobiernos acordaron crear un foro ministerial tripartito, en el que estuvieran los llanitos, para la solución de temas concretos de cooperación y generar más confianza, sobre todo de los gibraltareños. la oposición lo consideró como una cesión a la reivindicación de la soberanía española sobre el peñón. Zapatero lo niega. lo cierto es que con sucesos como éste Londres no pone las cosas muy fáciles al presidente del gobierno español.

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