Editorial:

Mensaje optimista

La reunión en Basilea del Grupo de los 10 ( los gobernadores de los principales bancos más los de algunas economías emergentes) ha transmitido un mensaje inequívocamente optimista de la situación y perspectivas de la economía mundial. La amenaza del encarecimiento del petróleo parece haber sido digerida por las principales economías, sin que su impacto haya ido mas allá de algunas décimas de crecimiento y algo de inflación en las economías más dependientes y menos eficientes energéticamente. En concreto, se prevé que el conjunto de la economía mundial crezca este año un 4%, medio punto ...

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La reunión en Basilea del Grupo de los 10 ( los gobernadores de los principales bancos más los de algunas economías emergentes) ha transmitido un mensaje inequívocamente optimista de la situación y perspectivas de la economía mundial. La amenaza del encarecimiento del petróleo parece haber sido digerida por las principales economías, sin que su impacto haya ido mas allá de algunas décimas de crecimiento y algo de inflación en las economías más dependientes y menos eficientes energéticamente. En concreto, se prevé que el conjunto de la economía mundial crezca este año un 4%, medio punto menos que en 2004. A esa muy respetable expansión contribuirán todas las economías, pero lo harán de forma particular las consideradas emergentes.

De cumplirse esos pronósticos, la economía mundial extendería un año más una de las fases cíclicas más favorables de la historia reciente. Pero en este horizonte tan benigno hay dos nubarrones: el de la necesaria reducción de los desequilibrios de la economía estadounidense y el de la recuperación de la confianza en las principales economías de la eurozona, Alemania en particular.

De la intención de las autoridades americanas por reconducir el déficit presupuestario hacia niveles más sostenibles existen poco más que indicios. Las declaraciones del secretario del Tesoro en esa dirección ya han sido bien recibidas por los mercados de divisas, en una recuperación del tipo de cambio del dólar, extremadamente sensible a cualquier señal sobre las necesidades de financiación exterior de esa economía. Si, además de la Casa Blanca, también el Congreso de ese país está por la labor, la reducción del desequilibrio fiscal americano podría llevar a la misma senda virtuosa al déficit exterior, y, de esa forma, favorecer la propia recuperación de economías, como la alemana, muy abiertas al exterior. Pero no es excluible lo contrario: que el caballo de la política económica de Bush se desboque.

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