Reportaje:

Formas imprescindibles

Jorge Wagensberg hace comprensible la realidad a través de la ciencia en un ensayo

En el nuevo Museo de la Ciencia de Barcelona, Cosmocaixa, se exhibe una hacha de piedra tallada por un Homo erectus. "Es una pieza idónea como punto de partida para una teoría de la belleza. Su simetría bilateral es perfecta y no responde a ninguna función. Demuestra que el sentido estético es anterior al conocimiento abstracto. La belleza favorece la aparición de la inteligencia", explica el director del museo, Jorge Wagensberg, que acaba de publicar el ensayo La rebelión de las formas. O cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta (Tusquets). "El libro es un intento de comp...

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En el nuevo Museo de la Ciencia de Barcelona, Cosmocaixa, se exhibe una hacha de piedra tallada por un Homo erectus. "Es una pieza idónea como punto de partida para una teoría de la belleza. Su simetría bilateral es perfecta y no responde a ninguna función. Demuestra que el sentido estético es anterior al conocimiento abstracto. La belleza favorece la aparición de la inteligencia", explica el director del museo, Jorge Wagensberg, que acaba de publicar el ensayo La rebelión de las formas. O cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta (Tusquets). "El libro es un intento de comprender la realidad a partir de la ciencia, sin dejar de lado la filosofía y la intuición del arte", añade.

"La ciencia es capaz de comprender sin intuir, el arte intuye sin tener que comprender"

El apartado del museo dedicado a la forma fue el acicate para escribir el ensayo. Allí se muestran objetos, que sin relación aparente, son formalmente idénticos. Las coincidencias crean paralelismos iconográficos disparatados. Lo que parece un trozo de tocino es calcita laminada y las concreciones de la pirita son idénticas a penes momificados. La colección se inició cuando un niño regaló a Wagensberg una rama de árbol que dibuja el contorno de un pájaro. "Estimulado por la idea de que un objeto puede tener formas improbables animé a compañeros a hacer un experimento. Nos dedicamos a buscar piedras similares a letras. Queríamos escribir con ellas: LA FORMA! Encontrar la o y el punto del signo de exclamación fue fácil. La efe tardó en llegar ocho meses. La forma más frecuente es la esfera".

El resultado de la tarea protagoniza buena parte del ensayo, que incluye como ilustraciones ejemplos que se hallan en el museo. Al fondo, una pregunta: "¿Cómo se puede pasar de una sopa de quarks a Shakespeare?". Wagensberg empieza por el principio. "El concepto de evolución se suele entender al estilo de Darwin, pero en realidad tiene otras aplicaciones. Existe una selección anterior al primer ser vivo, a la que podemos denominar fundamental. Tras el primer ser vivo se da la selección natural, que consiste en la lucha por seguir vivo. Con el primer ser inteligente surge la selección cultural".

Para desgranar algunas de las reflexiones del libro, el director de Cosmocaixa se detiene frente a un huevo de dinosaurio, un ejemplo de esfera "viva" que le sirve para repasar las funciones de las formas: "El huevo mantiene el calor. La esfera protege. No es la gallina la que calienta al huevo, sino el huevo el que calienta a la gallina. Cuando tenemos frío nos acurrucamos. Acurrucarse es tender a la forma más esférica posible. Una cosa seleccionada, algo que existe, significa voluntad de permanecer en el mundo". Cerca del huevo de dinosaurio se exponen otros objetos esféricos: un canto rodado es una esfera inerte y un balón de fútbol, una esfera cultural. "Spinoza escribió que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser. En el ensayo he aplicado un análisis kantiano a esta idea. Cuando un objeto tiene una complejidad determinada, las alternativas para seguir vivo son múltiples. Los seres inertes resisten la incertidumbre, los seres vivos la modifican y los inteligentes la conocen para seguir conociendo", argumenta Wagensberg.

El ensayista defiende el carácter interdisciplinar de su obra con un nuevo ejemplo. Se basó en las distintas teorías científicas que han tratado de aclarar la prehistórica existencia de los iguanodontes. Los investigadores los emparentaron primero con las iguanas, luego con los rinocerontes, posteriormente con los canguros y, actualmente, con las vacas. "Es evidente que los científicos no aciertan siempre. La ciencia es capaz de comprender sin intuir. Por el contrario, el arte intuye sin necesidad de comprender. Por eso, en este libro he echado mano de ambos", concluye el autor.

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