Columna

Camas calientes

Cáritas estima que más de 200 personas duermen cada noche en las calles de Málaga. La inmensa mayoría de ellos es inmigrante. Ciudadanos en situación irregular que no tienen un sitio no ya donde dormir, ni siquiera donde poder seguir ocultos a la Ley de Extranjería, para no ser expulsados del país. Son personas que tras desperezarse en un suelo amortiguado con cartones buscan el desayuno entre los restos de alimentos caducados que los supermercados echan cada tarde al contenedor más próximo. Comida extraída de la basura, pero lejos de la comida basura. La del menú de hamburguesa, patatas, refr...

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Cáritas estima que más de 200 personas duermen cada noche en las calles de Málaga. La inmensa mayoría de ellos es inmigrante. Ciudadanos en situación irregular que no tienen un sitio no ya donde dormir, ni siquiera donde poder seguir ocultos a la Ley de Extranjería, para no ser expulsados del país. Son personas que tras desperezarse en un suelo amortiguado con cartones buscan el desayuno entre los restos de alimentos caducados que los supermercados echan cada tarde al contenedor más próximo. Comida extraída de la basura, pero lejos de la comida basura. La del menú de hamburguesa, patatas, refresco y el muñeco de regalo para el niño. Son bolsas rescatadas en su camino al vertedero y que van destinados a saciar el hambre del último peldaño de la miseria. Los pobres de solemnidad. Dos escalones por encima en la escalera de la pobreza, pero a punto de alcanzar la solemnidad, ha aparecido un fenómeno nuevo: las camas calientes. El alquiler de un colchón, un sofá o un lecho sólo por unas horas, las insuficientes para lograr descansar un rato. Son catres rotatorios, que en cuanto se desalojan tienen un nuevo morador. Sin sábanas, pero calientes por el propio calor humano y, sobre todo, por la proximidad que provoca el hacinamiento.

Cáritas asegura que, con la llegada del frío, esta cadena hotelera de colchones sin estrellas en el cielo está logrando un alto índice de ocupación. Hay un precio mensual en Málaga para los que no tienen casa donde vivir ni habitación donde descansar ni cocina donde comer ni retrete donde mear. El precio mensual de disponer solamente de un aposento temporal se sitúa entre los 150 y los 200 euros. Sin IVA y sin desayuno incluido. Con este negocio redondo se están lucrando personas que están dispuestas a no hacer de la necesidad una virtud, sino una peculiar forma de ganar dinero. Hay demanda suficiente. Sindicatos y ONG estiman que unos 15.000 extranjeros viven en la más absoluta irregularidad en la provincia de Málaga. A los que habría que sumar otro número importante de personas que, estando en la regularidad, cruzaron el umbral de la extrema pobreza. Un sector emergente, el de los colchones compartidos. Las camas calientes son el time sharing de los indigentes.

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