Crítica:CRÍTICA

Una preciosista y animada ilusión

Siempre hay un fatídico momento vital en el que el nerviosismo, la impaciencia, la ilusión, el encanto y la esperanza de los niños ante la noche de Reyes (o de Navidad, que Papá Noel parece que se nos ha enquistado definitivamente) se torna en sospecha tirando a certeza de que algo huele a podrido en Dinamarca. A esa época de la infancia, en la que se empieza a instalar la idea del ver para creer, está dedicada la formalmente preciosista Polar Express, nueva película de animación del norteamericano Robert Zemeckis.

El autor de obras como Regreso al futuro, ...

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Siempre hay un fatídico momento vital en el que el nerviosismo, la impaciencia, la ilusión, el encanto y la esperanza de los niños ante la noche de Reyes (o de Navidad, que Papá Noel parece que se nos ha enquistado definitivamente) se torna en sospecha tirando a certeza de que algo huele a podrido en Dinamarca. A esa época de la infancia, en la que se empieza a instalar la idea del ver para creer, está dedicada la formalmente preciosista Polar Express, nueva película de animación del norteamericano Robert Zemeckis.

El autor de obras como Regreso al futuro, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? o Forrest Gump basa la aventura de un grupo de niños que viaja en tren hasta el Polo Norte para ver a Santa Claus en divertimentos tan habituales como las montañas rusas, los toboganes o el paso de un vagón a otro, al tiempo que se inculcan valores también tan clásicos como la paciencia, la humildad, la decisión, la solidaridad y la amistad. Enseñanzas que el cine infantil (o para toda la familia) ha mostrado infinidad de veces desde el mítico viaje a través de las baldosas amarillas de El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). Así, el fondo de Polar Express, basado en un cuento de Chris van Allsburg (el autor de Jumanji), es tan básico como irreprochable.

POLAR EXPRESS

Dirección: Robert Zemeckis. Intérpretes: Tom Hanks, Nona Gaye, Gregory Gast. Género: animación infantil. EE UU, 2004. Duración: 99 minutos.

'Performance-capture'

En la forma, sin embargo, Zemeckis y su equipo de animadores echan el resto por medio de un sistema llamado performance-capture, mediante el cual un programa informático copia imágenes reales para transformarlas en imágenes animadas (así se creó, por ejemplo, el personaje de Gollum en la saga de El señor de los anillos). De este modo, el siempre magnífico Tom Hanks, que interpreta seis papeles distintos, aprovecha para mostrar una innumerable variedad de recursos vocales. La película es muy brillante, a lo que se suma un exquisito gusto por el encuadre y una gran habilidad para copiar sucedáneos digitales de movimientos de cámara dentro del plano, lo que ha elevado a la producción hasta un presupuesto de nada menos que 150 millones de dólares (por comparación, digamos que Los increíbles, que ya es cara, ha costado unos noventa millones).

En cambio, es probable que a la historia le falte una pizca de sentido del humor (también un valor de imprescindible enseñanza) y que, en alguna ocasión, las dosis de almíbar sean excesivas ("¡es tan navideño, tan acogedor, tan bonito!", dice una de las líneas del diálogo regodeándose en la admiración). Estamos en un territorio más reflexivo que disparatado y, como consecuencia, en todo el metraje sólo hay una secuencia que muestre un alarde de colorista felicidad, un número musical con el servicio de repostería del tren entregando chocolate caliente a los niños viajeros. Sin embargo, una preciosa imagen predomina sobre las demás: la del niño protagonista, vestido durante todo la película con el pijama, la bata y las zapatillas de paño, que rememora las irrecuperables noches de ilusa ilusión navideña a la espera de los regalos.

Transformación animada de Tom Hanks en Polar Express.
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