Reportaje:

Hallado el cenotafio del padre Piquer en un solar rústico

El sacerdote aragonés fundó hace tres siglos en Madrid el sistema de préstamos populares de los Montes de Piedad

Un cenotafio de piedra caliza dedicado a Francisco Piquer, sacerdote que fundara en los albores del siglo XVIII los Montes de Piedad, ha sido hallado fortuitamente este fin de semana en las inmediaciones de la urbanización Los Berrocales, del municipio de Paracuellos de Jarama, al noreste de Madrid. El monumento funerario, de 1.700 kilos de peso, tiene más de dos metros de altura por unos 90 centímetros de anchura y se encuentra en aceptables condiciones de conservación, pese a haber pasado casi tres siglos a la intemperie. Sobre su frontis se observa un espacio destinado a albergar un medalló...

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Un cenotafio de piedra caliza dedicado a Francisco Piquer, sacerdote que fundara en los albores del siglo XVIII los Montes de Piedad, ha sido hallado fortuitamente este fin de semana en las inmediaciones de la urbanización Los Berrocales, del municipio de Paracuellos de Jarama, al noreste de Madrid. El monumento funerario, de 1.700 kilos de peso, tiene más de dos metros de altura por unos 90 centímetros de anchura y se encuentra en aceptables condiciones de conservación, pese a haber pasado casi tres siglos a la intemperie. Sobre su frontis se observa un espacio destinado a albergar un medallón, hoy inexistente, donde presumiblemente figuraba la efigie del prócer aragonés. Bajo unas guirnaldas de sabor neoclásico, se lee la inscripción: "Francisco Piquer, fundador del Monte de Piedad / MDCLVIMDCCXXX...". La última cifra no es posible leerla, pues la caliza sobre la que se encuentra estampada permanece erosionada. El sacerdote murió en el año 1739.

Un empresa vinculada a cementerios envió arena y escombros, con el monumento dentro, para cimentar una casa

De su vida se conoce poco, salvo que nació en Aragón a fines del Siglo de Oro, y que fue capellán de las Descalzas Reales. A partir del año 1702, dedicó todo su esfuerzo a instalar en España un sistema de establecimientos desde los que se concedían préstamos que hoy llamaríamos microcréditos. Con su fórmula, al parecer importada de Italia, a cambio de la entrega en depósito como pequeñas joyas, medallas y otros objetos de valor, las clases populares obtenían dinero sin interés, que, al ser reintegrado, procuraba la devolución del bien empeñado. Una parte del capital para atender las necesidades lo concedía el Rey, mediante una cantidad fija de la renta de Indias, y otra cuota procedía de donaciones y celebraciones religiosas. El modelo del padre Piquer se extendió por España y los territorios de Ultramar. En 1838 nació la Caja de Ahorros de Madrid, que, en 1869, se fusionó con el primitivo Monte de Piedad y pasó a denominarse Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid. En 1997 adoptó el nombre de Caja Madrid. A principios del siglo XX, la entidad comenzó su despegue financiero "sin olvidar sus orígenes y dedicando un importante porcentaje de sus beneficios a actividades sociales y culturales", cuenta la memoria de la Caja.

Se sabe que el padre Piquer, como se le ha conocido en la historia, fue capellán del convento de las Descalzas Reales, situado en el corazón de Madrid, y también que uno de los establecimientos dedicados a la tramitación de los préstamos del Monte de Piedad fue la hoy llamada Casa de las Alhajas, un palacio situado en un vértice de la plaza que alberga el señorial convento.

El hallazgo del cenotafio ha puesto al descubierto extraños circuitos. La gran lápida de piedra caliza, del tipo Novelda, fue encontrada en las obras de cimentación de una casa que de forma irregular se construía a unos 400 metros en línea recta de la urbanización Los Berrocales, en Paracuellos de Jarama. El Ayuntamiento fiscalizaba la situación de las obras, ya que carecían de licencia de autorización, por lo cual permanecían formalmente detenidas.

Pese a la prohibición, al solar rústico accedió el pasado sábado un camión-volquete procedente de Torrejón de Ardoz, de una compañía transportista con sede en la calle de las Huertas, número 12.

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Se cree que el camión portaba arena y escombros para cimentar la casa y que había recogido su carga de una empresa que trabaja con lápidas funerarias, con sede en Torrejón de Ardoz, bajo el nombre de Alberto Adán.

Durante una visita de inspección a las obras suspendidas, la Policía Local de Paracuellos de Jarama descubrió actividad en el solar y, al adentrarse en él a través de una senda de guijarros embreados, halló el volquete de la compañía de portes y una excavadora amarilla, que había horadado ya en el suelo una fosa de una superficie de unos cuatro por cuatro metros y dos de profundidad, aproximadamente. En un extremo, recubierto por escombros, fue hallado el monumento funerario.

La Guardia Civil de Torrejón de Ardoz precintó ayer el solar y retiró el monumento mediante una grúa de considerables proporciones. "La estatua se va a quedar en nuestro acuartelamiento hasta que la Unidad Operativa de Patrimonio de la Guardia Civil estudie su origen", señaló una fuente del instituto.

El asunto ha implicado la apertura de un expediente informativo, que se agregará al que ya tramita el Ayuntamiento de Paracuellos.

En busca de un rastro perdido

Dar explicación al hecho de que un monumento funerario como el que jalonaba la sepultura del fundador de los Montes de Piedad se hallara entre escombros procedentes de Torrejón de Ardoz resulta tarea compleja. La Guardia Civil y la Policía Judicial siguen por el momento varias pistas.

La más consistente interpreta el hallazgo como un proceso cuyo arranque se desconoce, al igual que el lugar donde puedan hallarse los restos de Francisco Piquer, si bien la ubicación en el área de Torrejón de Ardoz de la gran lápida de su sepultura permite pensar que el sacerdote fuera enterrado, como otros capellanes de las Descalzas Reales y de otros conventos, en un cementerio cercano a la Casa Grande. Era ésta una gran finca agraria perteneciente a la Compañía de Jesús que hoy, restaurada, alberga un restaurante y un museo de iconos y se encuentra a la entrada de la localidad torrejonense. Desde esta finca, instalada en una zona cerealera por excelencia de la que formaban parte localidades agrícolas como Campo Real y predios alcalaínos, se aprovisionaba el Colegio Imperial, situado en la calle de Toledo, pared con pared de la antigua catedral de San Isidro; en él estudiaron Lope de Vega y Quevedo, entre otras figuras de las letras madrileñas. El Instituto docente madrileño era regido por la Compañía de Jesús. La catedral fue impulsada asimismo por la orden ignaciana, que estampó sobre su planta muchos de los elementos arquitectónicos de la iglesia romana del Gesú, canon de los templos de esta orden. La riqueza de la Casa Grande en sus cosechas de granos, cereales y frutas permitió a la Compañía de Jesús proveer igualmente de víveres a la Corte desde fines del siglo XVI.

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