Análisis:

Los cuatro años próximos

La práctica totalidad de los 1.748 fondos de renta variable que se comercializan en España ha obtenido una buena cosecha electoral. Desde el 26 de octubre hasta el pasado 9 de noviembre su revalorización media fue de 3,6%. Todo ello ha sido fruto de la espectacular revalorización que experimentaron los índices de Bolsa en apenas 10 días, en especial el Dow Jones Industrial, que pasó de estar en los mínimos del año a recuperar un 6,6%; o la del Ibex 35 que subió en el periodo mencionado más de un 4% (la revalorización anual de este último está muy por encima de la del conjunto de las bol...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La práctica totalidad de los 1.748 fondos de renta variable que se comercializan en España ha obtenido una buena cosecha electoral. Desde el 26 de octubre hasta el pasado 9 de noviembre su revalorización media fue de 3,6%. Todo ello ha sido fruto de la espectacular revalorización que experimentaron los índices de Bolsa en apenas 10 días, en especial el Dow Jones Industrial, que pasó de estar en los mínimos del año a recuperar un 6,6%; o la del Ibex 35 que subió en el periodo mencionado más de un 4% (la revalorización anual de este último está muy por encima de la del conjunto de las bolsas europeas; eso permite que los fondos de renta variable española estén en 2004 en una rentabilidad media del 12%).

¿Puede durar esta bonanza? De momento, sí. Lo más probable es que los índices principales aún tengan una revalorización adicional hasta finales de año y que, incluso, prolonguen la subida uno o varios meses más durante 2005.

Sin embargo, el futuro más allá del próximo verano se torna mucho más incierto. Porque a pesar de que la economía norteamericana parece estar creciendo a buen ritmo, los desajustes que la aquejan terminarán por pasar factura. Y aunque, de momento, los pronósticos para 2005 siguen siendo mayoritariamente buenos (a pesar del incremento este año de un 70% en el precio del petróleo) la inquietud que causan los llamados déficit gemelos, el comercial y el presupuestario, va en aumento, al haber superado el primero una cantidad equivalente al 5% del PIB norteamericano, y hallarse el segundo, en apariencia, fuera de control. Dicho en cifras absolutas, EE UU está realizando compras en el extranjero por un valor que supera en 600.000 millones de dólares a lo que venden a otros países, y su Gobierno está gastando más de lo que ingresa por un valor sólo 100.000 millones inferior a esa cifra.

Lo malo es que la reducción del déficit comercial exige, casi necesariamente, una desaceleración económica, que debería ir acompañada de una depreciación adicional del dólar frente al euro y el yen, además de la apreciación de la moneda china, el yuan renminbi. Así, EE UU importaría menos y conseguiría equilibrar parcial o totalmente la balanza comercial, aunque fuera a costa de un peligroso efecto secundario provocado por la disminución de la recaudación de impuestos y el aumento del gasto social que toda ralentización de la economía origina: el incremento del déficit fiscal. En una etapa posterior, con un crecimiento ayudado por el aumento de las exportaciones que propiciaría un dólar débil, EE UU podría volver a situarse cerca del equilibrio.

La actual etapa expansiva de la economía norteamericana acaba de cumplir tres años. Parece difícil pensar que no le queden al menos otros dos por delante, ya que en promedio, desde la Segunda Guerra Mundial, las etapas expansivas han durado cuatro años, con tendencia en las dos últimas décadas a prolongarse mucho más. La habilidad de sus gestores será, sin embargo, puesta a prueba.

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

Archivado En