Crítica:CRÍTICAS

El regreso de la motosierra

Salvo honrosas excepciones, el cine de terror agoniza en medio mundo. Alta tensión, segunda película del francés Alexandre Aja, recupera una fórmula utilizada infinidad de veces que tiene a La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) como referente único, motosierra incluida. Sin embargo, mientras en la más mítica que espléndida película de Hooper la frescura (y, en aquel momento, la originalidad) se imponía sobre sus deficiencias, en el filme de Aja todo suena a impostado, a pesar de que el director demuestra casi siempre un buen manejo de la cámara y del montaje.

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Salvo honrosas excepciones, el cine de terror agoniza en medio mundo. Alta tensión, segunda película del francés Alexandre Aja, recupera una fórmula utilizada infinidad de veces que tiene a La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) como referente único, motosierra incluida. Sin embargo, mientras en la más mítica que espléndida película de Hooper la frescura (y, en aquel momento, la originalidad) se imponía sobre sus deficiencias, en el filme de Aja todo suena a impostado, a pesar de que el director demuestra casi siempre un buen manejo de la cámara y del montaje.

Alta tensión tiene un guión que, en condiciones normales, no valdría más que para un corto, lo que lleva a que Aja estire las situaciones hasta la extenuación narrativa. La chica perseguida durante unos 50 minutos de película por el loco sin nombre (y casi sin rostro) parece fuerte e inteligente, pero al tener Aja que alargar su material hasta una duración de largometraje, impulsa en su protagonista constantes decisiones erróneas que evitan a cada momento su salvación.

ALTA TENSIÓN

Dirección: Alexandre Aja. Intérpretes: Cécile de France, Maïwenn, Philipe Nahon. Género: terror. Francia, 2003. Duración: 83 minutos.

Así, el espectador termina preguntándose cómo esta chica puede ser tan lerda como para huir siempre en la dirección menos afortunada, y la necesaria identificación con la acorralada protagonista se torna en un irrefrenable deseo de muerte. A todo ello se une la tramposa parte final de la historia, un recurso al que nos estamos malacostumbrando tanto que, cuando el policía pone el vídeo de vigilancia para ver qué ha ocurrido en la gasolinera, casi nos sabemos de memoria el resultado.

Un fotograma de Alta tensión.
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