Reportaje:LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | Un cómico en la campaña

Humor contra los prejuicios en EE UU

Un actor estadounidense de origen árabe utiliza la comedia para combatir el racismo

Ray Hanania es un árabe-americano, de origen palestino, casado con una judía. Estuvo en el Ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam y fue periodista y directivo de una empresa, pero después del 11-S decidió que no tenía más remedio que cambiar, y se convirtió en cómico. Desde entonces, vive de actuar en clubes a lo largo y ancho de EE UU, y tiene más éxito del que nunca pudo imaginar, con las carcajadas que provocan sus chistes sobre Bush, pero también sobre Arafat.

Normalmente sale al escenario todo vestido de negro.No pretende parecer artístico y moderno, sino reforzar la ...

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Ray Hanania es un árabe-americano, de origen palestino, casado con una judía. Estuvo en el Ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam y fue periodista y directivo de una empresa, pero después del 11-S decidió que no tenía más remedio que cambiar, y se convirtió en cómico. Desde entonces, vive de actuar en clubes a lo largo y ancho de EE UU, y tiene más éxito del que nunca pudo imaginar, con las carcajadas que provocan sus chistes sobre Bush, pero también sobre Arafat.

Normalmente sale al escenario todo vestido de negro.No pretende parecer artístico y moderno, sino reforzar la imagen preconcebida que la mayor parte de su público tiene de los árabes, aquellos personajes siniestros de las películas. Antes de abrir la boca, observa las caras de los espectadores. Entonces dice: "Soy palestino-americano, y eso significa que no os veo como espectadores, sino como posibles rehenes...". Otro de sus trucos de apertura es soltar una serie de lo que llama sus "chistes de aeropuerto". Por ejemplo, "No viajo mucho. Me gusta ir al aeropuerto, pasearme y cagar de miedo a la gente"; o "la pregunta que más me hacen es: ¿Va usted en mi vuelo?".

"Cuando los racistas se ríen, han perdido. Ya no pueden dar marcha atrás", dice el cómico
"Me compré un libro sobre el humor judío y pensé que aquello era lo mío", dice Hanania

En general, la gente se parte de risa. "Y, cuando has conseguido que un tipo se ría, has destruido el racismo, has construido un puente, el racismo deja de existir", dice durante una larga comida en el centro de Chicago, mientras explica la seriedad del propósito que se esconde debajo de su humor. "Cuando los racistas se ríen, han perdido. No pueden dar marcha atrás. Han reconocido que el prejuicio que tenían es absurdo. Cuando se consigue que se rían, se derrumba la historia en la que se basan sus opiniones".

Hanania utiliza la palabra "historia" muchas veces durante nuestra comida. Se refiere a la idea fija pero irracional que se forma una sociedad sobre algo que considera una amenaza. En el caso de los estadounidenses de origen árabe, la "historia" es la más negativa que uno se puede imaginar, dice Hanania. "Ya antes del 11-S, éramos los más discriminados de EE UU, con diferencia", asegura. "Aquí existen tabúes sobre los estereotipos raciales para todos menos para los árabe-americanos. Estamos como estaban los negros antes de las campañas de discriminación positiva y el movimiento de los derechos civiles. Se puede decir lo que se quiera de los árabes y se les puede representar en el cine siempre en el papel de malos. Por eso en 1996 escribí un libro titulado Me alegro de parecer un terrorista: Cómo crece un árabe en Estados Unidos.

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Desde el 11-S las cosas han empeorado. "Se han arrasado tiendas, las agresiones verbales y las amenazas son lo normal, el índice de paro entre los árabes-americanos ha aumentado. Así que los árabes se sumergen. No levantan la cabeza. Es tan grave la cosa que hasta si uno envía dinero a los candidatos políticos, se lo devuelven; imagínate. No quieren que la gente vea que se han relacionado con nosotros". El presidente Bush no ha facilitado las cosas. "Esa frase suya, 'estáis con nosotros o contra nosotros', ha sido un desastre para mi comunidad. Crea un clima en el que la gente se nos acerca en la calle y nos dice: '¿Por qué queréis matarnos?' Es racismo, en forma de un mensaje político trillado".

Los monólogos cómicos fueron un refugio y un escudo, una forma de expresar opiniones que habría sido imprudente expresar en una conversación seria, además de una forma de ganarse la vida para Hanania, que hoy obtiene las tres cuartas partes de sus ingresos de sus actuaciones y el resto de columnas que escribe para la prensa. "Fue cuestión de días después del 11-S, cuando llegaban sin parar cartas llenas de insultos y todos nos sentíamos más aborrecidos y más amenazados que nunca; entonces me pregunté: ¿Cómo superar esto? ¿Cómo puedo cambiar las cosas? Pensé en la comedia y me fijé en que los afroamericanos la habían usado para romper el hielo, para protegerse. Pero, sobre todo, pensé en el éxito inmenso que habían alcanzado los cómicos judíos en este país, especialmente hace 40 o 50 años, cuando los sentimientos antijudíos eran mucho más visibles. Así que me compré un libro sobre el humor judío y pensé que aquello era lo mío".

En octubre de 2001 ya estaba actuando en Zanie's, el mayor club de comedia en el Medio Oeste. Desde entonces ha salido de su Chicago natal para ir a San Francisco, San Luis, Dallas, Seattle, Nueva York. Los públicos con los que suele tener más éxito son los judíos progresistas, árabes jóvenes y espectadores informados e interesados por la política en general. El mayor obstáculo son los árabes y judíos de más edad, así como los "americanos corrientes e ignorantes, que no saben quién es Sharon pero odian a los árabes y quieren luchar contra ellos en Irak".

Dado que su humor se basa en la persistencia de la "historia" anti-árabe y en denunciar su estupidez y ceguera, el mundo real no deja de suministrarle material para su inspiración. A Hanania le gusta relatar un ejemplo ridículo del acoso policial al que los árabe-americanos se han acostumbrado. "Un año antes del 11-S, el Chicago Tribune publicó un reportaje sobre una familia americana de origen árabe. En él citaban a un niño de siete años que, después de ver escenas de la intifada palestina en televisión, dijo: 'Quiero ir a tirar piedras a los israelíes'. El artículo también decía que la madre le había explicado al niño que eso estaba mal, que la forma de arreglar los problemas era la educación.

En cualquier caso, cuando había pasado más de un año, después del 11-S, dos agentes del FBI llamaron a la puerta a las nueve de la noche, y abrió la madre. Con un ejemplar del artículo del Chicago Tribune, dijeron: 'Queremos interrogar a su hijo'. 'Bueno', dijo la madre. 'Es tarde, pero se lo traigo'. Cuando los agentes del FBI vieron al niño de ocho años que aparecía, confuso, recién salido de la cama, por lo menos tuvieron la decencia de sentirse avergonzados".

Sería cómico si no fuera cierto, dice Hanania. Y es verdad que, cuando lo cuenta ante el público, obtiene algunas risas comprensivas, de ésas que satisfacen lo que llama su lucha para llevar la moderación al diálogo entre árabes y estadounidenses, para construir puentes y destruir el racismo. Pero lo más triste que nos enseña la historia del pequeño árabe-americano, dice, es hasta qué punto la reacción de EE UU tras el 11-S no ha estado basada en la razón sino en el instinto, en la emoción. "Lo mismo pasó con la guerra en Irak. No la prepararon de forma madura ni razonable. Era una cuestión de venganza. Era cuestión de atrapar al malo, como en las películas. En la historia general de EE UU -no de ahora, sino desde hace varias décadas, con los rusos, Noriega, Sadam, cualquiera-, siempre tiene que existir un enemigo, alguien que lleve el sombrero negro. Y para los que llevan el sombrero negro no puede haber derechos, justicia ni compasión. Ahora, ese sombrero lo llevamos nosotros".

El cómico Ray Hanania, en un encuentro con la prensa en 2002.ASSOCIATED PRESS

Las ventajas de una familia multiétnica

En EE UU existen cuatro cómicos de club de origen palestino, pero sólo uno de ellos está casado con una judía. Es evidente que Ray Hanania no es de los que tienen inconveniente en casarse con alguien ajeno a la tribu. Ha estado casado tres veces en sus 51 años de vida, primero con una jamaicana de origen británico, luego con una irlandesa y ahora, desde 1997, con Alison, con la que tiene un hijo llamado Aaron, al que están dando una educación judía.

"Lo curioso es que Alison simpatiza mucho más con mi identidad árabe, con mi defensa de los derechos de los árabes aquí o incluso en Palestina que mis dos esposas anteriores. Ellas ni siquiera comprendían que existiera un problema. En cambio, Alison, que es judía, lleva en la sangre la conciencia de lo que es sufrir la discriminación".

Discrepan en cuestiones emocionales, como el derecho de los israelíes a conservar los asentamientos construidos en antiguas tierras palestinas. "Ella es pro-israelí, pero no pro-Sharon", explica. "Y, sobre todo, escucha, y está dispuesta a dejarse convencer. Hace unos años fue conmigo a Cisjordania, conoció a mis familiares y vio cómo sufrían. Vio que la situación no era de blanco y negro, como le habían enseñado. Ahora es capaz de ver el gris. Y, cuando una persona puede ver el gris, se puede dialogar".

Otra ventaja del atípico matrimonio Hanania es que le proporciona materiales sin fin para sus monólogos. "Tuvimos una gran boda", empieza un chiste, "los árabes a un lado, los judíos a otro y una fuerza de pacificación de la ONU en medio... Sólo hubo 38 víctimas".

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