Editorial:

Está viva

La Unión Europea está viva y bien viva. Así lo demuestra el éxito cosechado ayer por el Parlamento Europeo, que ha conseguido el aplazamiento de la votación de confianza a la Comisión Europea que proponía Durão Barroso y la renegociación de la lista de sus comisarios y carteras, tras el escándalo suscitado por las declaraciones del democristiano italiano Rocco Buttiglione, incompatibles con la cartera de Libertades, Justicia e Igualdad que se le había asignado.

Es un gesto que refuerza la democracia y la institución que mejor la representa, aunque puede deslucir la histórica firma del T...

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La Unión Europea está viva y bien viva. Así lo demuestra el éxito cosechado ayer por el Parlamento Europeo, que ha conseguido el aplazamiento de la votación de confianza a la Comisión Europea que proponía Durão Barroso y la renegociación de la lista de sus comisarios y carteras, tras el escándalo suscitado por las declaraciones del democristiano italiano Rocco Buttiglione, incompatibles con la cartera de Libertades, Justicia e Igualdad que se le había asignado.

Es un gesto que refuerza la democracia y la institución que mejor la representa, aunque puede deslucir la histórica firma del Tratado Constitucional en Roma. Pero también lo contrario: cuando este texto se va a someter a referéndum en varios países, indica que los pasos que da la UE tienen consecuencias. Forzar una votación que el presidente de la Comisión tenía perdida o que podía ganar por escaso margen "no habría sido positivo para las instituciones y para el proyecto europeos", como reconoció el propio Barroso.

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No hay democracia sin controles y equilibrio de poderes. La Eurocámara no ha hecho sino ejercer sus potestades ante el próximo presidente de la Comisión Europea. Barroso no es responsable de que Berlusconi le despachara a Rocco Buttiglione para la Comisión, pero sí de no haber visto que no era la persona idónea para desempeñar la cartera que iba a ocuparse precisamente de evitar discriminaciones. Tampoco el húngaro Laszlo Kovacs, emanado de la nomenklatura comunista húngara, resultaba oportuno. Ni la holandesa Neelie Kroes, a la que Barroso había atribuido la cartera de Competencia después de formar parte de demasiados consejos de administración de empresas privadas como para no suscitar conflictos de intereses.

No ha sido una vendetta ideológica, y menos aún anticristiana, como algunos han querido presentarla. El centro y la izquierda de la Eurocámara han obrado correctamente al resistirse a aceptar lo inaceptable, por lo que resulta patético ver al PP español, con Mayor Oreja al frente, defender a ultranza a Buttiglione. Ante un Parlamento que puede examinar a cada comisario pero sólo aprobar o rechazar al colegio de comisarios en bloque, Barroso tendría que haber rectificado antes. Llegado a este puesto por descarte, el ex primer ministro portugués cometió el error adicional de marginar a Francia, y de rebote al eje franco-alemán, a la hora de asignar carteras importantes a los países fundadores e incluso de hacer exhibición pública de ello.

Barroso intentará convencer hoy en Roma a algunos Gobiernos de cambiar a sus comisarios, y volverá ante la Eurocámara con otra propuesta en unas semanas. Lo que menos necesita esta Unión, en plena digestión de su ampliación y también de su crisis de identidad, es una Comisión débil. De este embate sin precedentes la Comisión Barroso debe sacar fuerzas y buscar un consenso lo más amplio posible que le permita recuperar el papel de motor de la integración europea.

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