Crítica:CRÍTICA

Secuestro exprés

Dos peligros, en principio independientes, acechaban a los responsables de la película El fuego de la venganza, adaptación de la novela de A. J. Quinnell El protector (publicada en España por Planeta). Primero, el procedente del siempre pantanoso terreno que pisan las historias que basan su trama en el ojo por ojo. Los autores no tienen por qué compartir los comportamientos de sus personajes, pero la forma de contar esas acciones ayudará a inclinar la balanza hacia un determinado extremo relacionado con la ética cinematográfica. El segundo peligro es el que tiene Tony Scott con u...

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Dos peligros, en principio independientes, acechaban a los responsables de la película El fuego de la venganza, adaptación de la novela de A. J. Quinnell El protector (publicada en España por Planeta). Primero, el procedente del siempre pantanoso terreno que pisan las historias que basan su trama en el ojo por ojo. Los autores no tienen por qué compartir los comportamientos de sus personajes, pero la forma de contar esas acciones ayudará a inclinar la balanza hacia un determinado extremo relacionado con la ética cinematográfica. El segundo peligro es el que tiene Tony Scott con una cámara en la mano y una mesa de montaje a su disposición. La unión de esos dos riesgos hace que lo que podría haber sido una película redonda, quede sólo en la estupenda crónica de una amistad, la que ocupa la primera mitad del metraje, y en la salvaje narración de un escarmiento, filmada ésta de forma tan errónea que transforma en discutible la obra.

EL FUEGO DE LA VENGANZA

Dirección: Tony Scott. Intérpretes: Denzel Washington, Dakota Fanning, Radha Mitchell, Marc Anthony. Género: drama de acción. EE UU, 2004. Duración: 146 minutos.

El fuego de la venganza está ambientada en el México DF masacrado por los espeluznantes secuestros exprés, siniestra práctica por la que una banda se apodera del miembro de una familia adinerada (a ser posible, críos) para exigir un rápido rescate. Ante la situación, quedan las siguientes opciones: no llamar a la policía, acudir a la cita con el dinero y que los criminales se lleven la bolsa y devuelvan (o no) al ser humano en prenda; o llamar a la policía y que ésta, en connivencia con los mafiosos, se quede con parte del dinero y no ayude a la resolución del caso.

Intriga criminal

El magnífico Brian Helgeland, el mejor guionista de intriga criminal que hay actualmente en Hollywood, autor de las traslaciones de L. A. Confidential y Mystic River, describe a la perfección el proceso que lleva a una niña rica de ocho años y a su nuevo guardaespaldas a una hermosa síntesis emocional. En este tramo de la película, Tony Scott mantiene la cautela y recuerda al hombre que en su día dirigió cintas tan notables como Amor a quemarropa o Marea roja, ágiles sin necesidad de ser apresuradas.

Sin embargo, es en la vengativa búsqueda de la niña por parte del ex mercenario que interpreta Denzel Washington cuando Scott decide tirar de la estética más que de la ética y sacar a pasear sus vulgares recursos de dirección, ya ejercitados en películas como El último Boy Scout o Spy Game. El guión le pedía una violencia seca y brutal, pero él se encabezona en el espectáculo y en la explicitud. Es en esos momentos cuando uno se acuerda de lo que construyeron con temas semejantes Sam Peckinpah en Perros de paja (1971), John Boorman en Deliverance (1972) y Clint Eastwood de Sin perdón.

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