Crónica:LA CRÓNICA

Apenas

Sentís. Fue joven. Es sorprendente, pero fue joven. Tenía 23 años y ésta era su vida. Un piso de la burguesía comerciante en el paseo de Sant Joan. Un rincón en el Ateneo Barcelonés, de la calle de Canuda. Una playa en el Club Natación Barcelona. Y la redacción del diario L'Instant, en la Rambla, tocando a la plaza. L'Instant era el diario moderno, mundano y fulgurante de Cambó, el neón de La Veu de Catalunya. Algo parecido haría luego Godó con Tele-eXprés. En el piso se hablaba catalán y había libros. En el Ateneo unas vitrinas exhibían la última literatura de España y Fr...

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Sentís. Fue joven. Es sorprendente, pero fue joven. Tenía 23 años y ésta era su vida. Un piso de la burguesía comerciante en el paseo de Sant Joan. Un rincón en el Ateneo Barcelonés, de la calle de Canuda. Una playa en el Club Natación Barcelona. Y la redacción del diario L'Instant, en la Rambla, tocando a la plaza. L'Instant era el diario moderno, mundano y fulgurante de Cambó, el neón de La Veu de Catalunya. Algo parecido haría luego Godó con Tele-eXprés. En el piso se hablaba catalán y había libros. En el Ateneo unas vitrinas exhibían la última literatura de España y Francia, y allí oficiaban Just Cabot y Quim Borralleras y Sagarra y Josep Pla. En la playa Sentís preparaba su cuerpo para el periodismo. La descripción del mundo necesita estilo: salud, fuerza y digestiones rápidas. Hubo noches en que se le hizo tarde leyendo y casi era hora de ir a la playa. Así que emprendía el camino Rambla abajo. Al llegar se tendía en la arena y dormía hasta que el sol lo despertaba. En L'Instant se estaba escribiendo una buena (y muy libre) literatura periodística. Sentís descollaba.

Sentís fue capaz de sacarle a Mussolini todo el teatro que llevaba dentro

El crítico Julià Guillamón ha reunido las crónicas de ese joven en un libro que ha editado La Campana. El libro está muy bien titulado. L'Instant abans del 36. Apenas. Es una revelación. Se tenía vaga noticia de estas crónicas. Los periódicos en las hemerotecas desprenden un insoportable olor a pescado podrido. El propio Sentís dice, en un consumado epílogo (forma y fondo), que hacía 70 años que no se encaraba con estos papeles. Nosotros sí nos habíamos encarado con Sentís. El espión de Francó, descrito por Eugeni Xammar en sus memorias. El hombre que invitó a Pla a tomar una bullabesa en Marsella, nada más bajar del barco, antes de reclutarlo (¡reclutar a Pla!) para Bertran y Musitu y la causa franquista. El autor de ¿Finis Cataloniae?, aquel artículo del que nos zampamos el interrogante (también lo llevaba, por cierto, aquel de ¿Contra Franco vivíamos mejor?, de Vázquez Montalbán). No hay que titular con interrogantes. Nos habíamos encarado con todas esas sentinas, y aún hay que añadir a ellas el sibilino urdidor de la estrategia tarradellista contra la izquierda y el diputado españolista por cuenta de Adolfo Suárez que Sentís fue en su primera vejez.

Y de pronto estas crónicas. Modernísimas. Libérrimas. Ehh... ¿Sentís? Algunas joyas, como la del boxeador literato o su entrevista con Mussolini. "No me dejé dominar", dice 70 años después, evaluándola. Tiene razón. Él tenía veintipocos y fue capaz de sacarle a Mussolini todo el teatro que llevaba dentro. Y entre mis preferidas, desde luego, la serie sobre el mortal accidente del príncipe Mdivani en Albons, viniendo del mas Juny y la fantasía. Era bien sabido que el príncipe calzaba tangas de leopardo, en la Costa Brava de la década de 1930, y que se estrelló cuando iba a devolver a su amante, la baronesa Thyssen, a los brazos de su marido. Pero ignorábamos que algunos lugareños habían metido mano en el maletín. Tres millones en joyas de la duquesa se llevaron, viniendo a auxiliarles. Es lo que tiene de intolerable el periodismo cuando escribe sobre los tangas. Ahí van los payeses. Él está muerto y ella inconsciente. Ella se salvará, pero apenas recordará nada, salvo sus joyas. La investigación judicial no aclarará el robo. Al cabo de pocos años el progreso social de ciertos paisanos será constatable. En una de las crónicas sobre el accidente Sentís narra la actitud de un semanario gráfico madrileño que publicó en portada un fotomontaje innoble, haciéndolo pasar por real. Cosas de hoy mismo. Sentís cita a Baudelaire. Hace 60 años, dice. Ahora ya hace 130 y sigue tan fresco: "Es preciso que la fotografía entre en su verdadero deber, que ha de consistir en servir a las ciencias y las artes; pero remárquese bien: la más humilde de las servidoras. La imprenta y la estenografía no han creado literatura ni la han sustituido. Ay si no controlan la fotografía... Lo corromperá todo enseguida, gracias a la alianza natural que tejerá con la estupidez de la multitud".

Fue un instante, desde luego. Tenía 23 años. Se dedicaba al periodismo y al deporte. En realidad tenía el periodismo como una suerte de deporte intelectual. Ser fuerte y resistente le fue muy bien viajando en el Transmiseriano de los emigrantes de Murcia o en las inmundas fondas donde durmió sus reportajes sobre el conflicto rabasaire. La Guerra Civil se lo llevó todo. La expresión tiene el carácter de un tópico absorto. Pocas veces más irrevocable. Tenía una lengua para escribir. Dominada y veraz. Tenía un género. El reportaje. Dificilísimo, pero que cultivaba con la precisión y la elegancia de un Paul Morand, aunque sin su amaneramiento. Tenía los temas. La decadencia de un lugar se mide por el número de temas. ¿Quién que conozca el periodismo catalán del siglo XX puede dudarlo? Que acabe Sentís: "Fue aquélla una situación cultural irrepetible. Ha sucedido otras veces que a un desfondamiento de un pueblo -o de una civilización- le precede un momento excelso. A veces estos movimientos excepcionales se producen también en tiempos de alguna ruina política o social: Francia saliendo de la ocupación (1945) o la literatura castellana (Generación del 98) en momentos depresivos de la posguerra de Cuba. El cisne canta antes de la muerte. Cantó antes de 1936".

Sentís es un hombre de 93 años y ha sido capaz de escribir esto.

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