Reportaje:

A Daniel le da miedo el colegio

Una madre de Barbate pide un profesor a domicilio para su hijo, que sufre fobia escolar

A Daniel, de 14 años, le gusta ir a pescar. También disfruta en el campo acompañando a su padre, ganadero de profesión, y se divierte mucho en la playa. Pero no quiere ir al colegio. Sus lugares preferidos le permiten estar solo. La escuela le abruma y sólo la llegada de septiembre, y con él el inicio del curso, incrementa su angustia. Le cuesta respirar y enferma. Un psicólogo le diagnosticó "fobia escolar" y, desde entonces, su madre, Dolores Pérez, lucha por conseguir un profesor a domicilio permanente que permita a su hijo continuar su aprendizaje.

Daniel vive en Barbate (Cádiz) y e...

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A Daniel, de 14 años, le gusta ir a pescar. También disfruta en el campo acompañando a su padre, ganadero de profesión, y se divierte mucho en la playa. Pero no quiere ir al colegio. Sus lugares preferidos le permiten estar solo. La escuela le abruma y sólo la llegada de septiembre, y con él el inicio del curso, incrementa su angustia. Le cuesta respirar y enferma. Un psicólogo le diagnosticó "fobia escolar" y, desde entonces, su madre, Dolores Pérez, lucha por conseguir un profesor a domicilio permanente que permita a su hijo continuar su aprendizaje.

Daniel vive en Barbate (Cádiz) y el pasado 15 de septiembre debía haber entrado en el instituto de secundaria Torre del Tajo, aunque, de momento, la única que acude cada día al centro escolar es su madre.

La Delegación de Educación acogió al niño en un programa de atención a domicilio

Dolores lo hace como señal de protesta. Se instala en el pasillo, junto a la zona de la dirección, durante tres horas, para recordar que su reclamación continúa, que la ausencia de su hijo de las aulas no haga olvidar su problema.

El director la ha recibido varias veces, una orientadora social también la ha escuchado y su caso ha llegado hasta la Delegación de Educación. Allí, sin embargo, Dolores no ha recibido la respuesta que esperaba. "Me dicen que lo que yo pido, un profesor continuo a domicilio para mi hijo, no existe".

Dolores detectó las primeras reticencias de Daniel a ir a la escuela hace años, ni siquiera recuerda la edad exacta. Notó que su hijo tenía algunos problemas de comunicación, pero lo atribuyó entonces a un exceso de timidez. Los problemas se agravaron hace dos años. Se acercaba el inicio del curso y el pequeño no podía dormir. Sufría intensos dolores de estómago, se quedaba sin respiración, padecía fuertes jaquecas. Mientras estaba enfermo, no iba al colegio. Los médicos no detectaban ninguna dolencia física concreta así que Dolores optó por obligar a su hijo a ir a clase. "La maestra me llamaba muchas veces, me decía que el niño estaba muy malo, lo llevaba al hospital y al llegar a casa se ponía otra vez bueno", recuerda. Cuando se acercaba la hora de volver a la escuela, los síntomas de angustia regresaban.

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La visita al psicólogo fue fundamental para conocer que el origen de esos dolores se hallaba en el severo miedo del niño a acudir al colegio. Es lo que se conoce como fobia escolar, lo que el médico escribió en el informe que Dolores ha llevado al instituto para pedir ayuda. De momento, no ha conseguido el profesor a domicilio permanente que solicita.

La Delegación de Educación acogió al niño en un programa de atención a domicilio, que funciona con voluntarios de la asociación Save the children. Así contó durante un tiempo con Alberto, un joven que impartió clases a Daniel en casa. "Fue una gran ayuda. Mi hijo empezó a tener ganas de aprender, a interesarse por las cosas e incluso pudo ir al colegio a hacer algunos exámenes".

Sin embargo, al poco tiempo, Alberto encontró un trabajo remunerado en otro lugar. "Fue un mazazo para el niño porque habían conectado muy bien". Por eso, Dolores pide un maestro permanente.

Daniel se pone nervioso con los cambios, con la posibilidad de que llegue otra persona a enseñarle y con cualquier mención que se haga del colegio. "Es ver un anuncio de la vuelta al cole y echarse a temblar", dice la madre.

Daniel suele decir que lo poco que sabe se lo ha enseñado su madre. Dolores ha contribuido al aprendizaje de su hijo con un método peculiar. "En un documental de la televisión vi que los disléxicos aprendían a través de dibujos y pensé que eso también podía ayudar a mi hijo". Dolores ha dedicado muchas tardes a pintar folios en blanco. "Le dibujaba el aparato circulatorio, las señales de tráfico y él se iba quedando con la idea". Pero sabe que sus básicas lecciones no son suficientes. Por eso, ha pedido también ayuda al Defensor del Pueblo Andaluz. "No me entra en la cabeza que niños como el mío no reciban la atención que se merecen".

La Delegación de Educación ha vuelto a prorrogar para este curso el servicio de voluntariado para Daniel. Pero su madre no está contenta. Ha prometido que seguirá cada mañana en el pasillo del instituto, el mismo que el miedo impide cruzar a su hijo. Y por la tarde le hará otro dibujo.

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