Editorial:

El mundo según Bush

Varios cientos de niños secuestrados en una escuela de Osetia del Norte por terroristas chechenos; bombas en el metro y en dos aviones en Moscú; dos periodistas franceses rehenes en Irak, donde otro grupo acaba de exhibir en Internet el asesinato de 12 trabajadores nepalíes; 16 muertos en dos ataques suicidas perpetrados por el grupo fundamentalista Hamás en Israel, y un largo etcétera, sin olvidar el 11-M, sobre el que planean aún muchos interrogantes. Esta acumulación de horribles noticias demuestra que hay muchos y serios motivos para preocuparse por el terrorismo internacional y que la luc...

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Varios cientos de niños secuestrados en una escuela de Osetia del Norte por terroristas chechenos; bombas en el metro y en dos aviones en Moscú; dos periodistas franceses rehenes en Irak, donde otro grupo acaba de exhibir en Internet el asesinato de 12 trabajadores nepalíes; 16 muertos en dos ataques suicidas perpetrados por el grupo fundamentalista Hamás en Israel, y un largo etcétera, sin olvidar el 11-M, sobre el que planean aún muchos interrogantes. Esta acumulación de horribles noticias demuestra que hay muchos y serios motivos para preocuparse por el terrorismo internacional y que la lucha contra esta amenaza nos compromete a todos. Pero a la vez suena como una trágica ironía que el presidente de EE UU, George W. Bush, se presente ante la convención republicana en Nueva York bajo el lema "Construyendo un mundo más seguro y una América más esperanzada", y reciba aclamaciones por su liderazgo en la "guerra contra el terrorismo".

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No es evidentemente el responsable de estos males, aunque la invasión y ocupación de Irak, el apoyo incondicional a Putin en su política antiterrorista en Chechenia (también de Chirac y Schröder) o el no haber hecho nada para volver a encauzar el proceso de Oriente Próximo contribuyen a este deterioro y dan alas a los terrorismos de carácter islamista, nacionalista, o a ambos en el caso de Chechenia e Irak. Bush y su país distan mucho de "estar ganando la guerra contra el terrorismo", como él mantiene. Más bien está ocurriendo lo contrario, como el propio titular de la Casa Blanca admitía (antes de rectificar) en una entrevista televisada el pasado fin de semana: "La guerra contra el terrorismo no se puede ganar". Para agregar a continuación que "se pueden crear condiciones para que los que utilizan el terror como instrumento resulten menos aceptables en algunas partes del mundo".

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Bush sostiene sin desmayo que se trata de una guerra y aplica métodos bélicos, pero la razón indica precisamente que estamos ante una amenaza que difícilmente puede disolverse mediante la guerra convencional y que entender bien su carácter es el punto de partida para combatir a los terrorismos. El candidato demócrata John Kerry replicó con la peor acusación que se puede lanzar en estos momentos contra un aspirante a la presidencia de EE UU: la de derrotismo. Nadie en la campaña estadounidense puede permitirse no ser optimista, pues en la corrección de este estado de cosas tiene mucha responsabilidad la única superpotencia.

Este mundo no es más seguro que hace tres años. Incluso el discutible concepto de "víctimas colaterales" ha desaparecido, como se demuestra cuando la crueldad de la barbarie terrorista se cierne sobre rehenes civiles o sobre los niños de una escuela.

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