Reportaje:AL SOL

Langre, oasis playero en Cantabria

Una sobrecogedora lengua de arena entre vacas y acantilados

La playa de Langre era la preferida de Rodríguez de la Fuente cuando iba a Santander, cuentan los lugareños. Hoy es algo menos salvaje que hace unas décadas. Había que bajar por un sendero, que cortaba el aliento, para salvar el abrupto descenso desde los prados hasta la arena. Ahora hay una escalera. Pero todavía vuelan aves rapaces por las paredes de los acantilados.

Y seguro que él preferiría estar aquí antes que en cualquier otra playa porque sigue siendo un lugar sobrecogedor. Una pared caliza de un centenar de metros de altura encierra la playa en una media luna de casi dos kilóme...

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La playa de Langre era la preferida de Rodríguez de la Fuente cuando iba a Santander, cuentan los lugareños. Hoy es algo menos salvaje que hace unas décadas. Había que bajar por un sendero, que cortaba el aliento, para salvar el abrupto descenso desde los prados hasta la arena. Ahora hay una escalera. Pero todavía vuelan aves rapaces por las paredes de los acantilados.

Y seguro que él preferiría estar aquí antes que en cualquier otra playa porque sigue siendo un lugar sobrecogedor. Una pared caliza de un centenar de metros de altura encierra la playa en una media luna de casi dos kilómetros. Desde abajo, nada hace sospechar que los maizales y algunas ganaderías llegan hasta el borde del precipicio. O tal vez algo sí, pero sólo en contadas ocasiones. Es un tufillo a vaca, según como sople el viento. Desde el borde del precipicio, pero a sólo uno o dos pasos del vacío, emerge a la vista la playa, partida en dos por una cala. Tan naturalmente como la naturaleza misma, en esta playa se mezcla el desnudo integral con el parcial.

Frente a la crisis del sector, un agricultor local ha dado con un lucrativo cultivo alternativo, pero sólo próspero en verano. Coche que se plante en su prado por donde se accede a la bajada, le toca soltar al propietario dos euros. Motoristas, uno. Pero los coches también se pueden dejar sembrados en la cuneta de la pista de asfalto que desemboca en ese prado. Allí, el precio que otros no quieren pagar es que hay que andar 300 metros más. En cualquier caso, a pie se entra gratis. Conviene tomar este acceso, situado junto al pequeño cementerio de San Pedro, donde quienes descansan en paz lo hacen de espaldas al mar, porque hay otro, por la izquierda según se llega, pero allí hay peligro de desprendimientos. Pueden ser piedrecitas o bloques enteros.

Precisamente la piedra es, junto a los percebes y la playa, una de las señas de identidad de esta zona. Desde el siglo XV se formaron dinastías de canteros, que llegaron a trabajar a la sombra de maestros flamencos, franceses y alemanes en las grandes fábricas catedralicias y monasteriales de Castilla y Asturias. Sus huellas están en lugares tan dispares como Portugal, donde contribuyeron al nacimiento del estilo manuelino; San Millán de la Cogolla, en La Rioja, o El Escorial. De entre las dinastías de maestros canteros destaca la de los Vélez de la Huerta.

A la vuelta de la esquina, pero desde la playa de Langre invisible, está Santander. Después del baño es imprescindible dejar Langre a las espaldas y subir por alguna de las pistas asfaltadas que surcan los campos hasta la cima de la llanura. Sentado en algún prado, preferentemente armado de bocadillo y bebida, hay que ir a ver cómo se enciende el faro del cabo Mayor en el mismo instante en que la bola de sol naufraga en el Cantábrico. Minutos después se irá iluminando toda la fachada marítima de Santander, de la que se ve todo pero no se oye nada.

El mar y el monte

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La doble vertiente de estas tierras la dicen los propios nombres de los lugares. Langre pertenece al municipio de Ribamontán al Mar. Pero existe, un poco más adentro, Ribamontán al Monte. Esa doble personalidad se festeja muy cerca de Langre con una carrera de caballos, multitudinaria, en la playa de Loredo. Declarado acontecimiento deportivo de interés turístico, el Derby de Loredo se celebra desde hace casi medio siglo junto a las olas. Celebrado el pasado lunes, lo que comenzó siendo una carrera de burros reúne ahora a miles de espectadores.

Ya se sabe, en el norte puede ser primavera por la mañana y pleno verano por la tarde. Tiene sus inconvenientes, pero son más que salvables. Con uno de los siete paseos ecológicos que propone el Ayuntamiento, por los acantilados, o por los prados atravesando los pequeños pueblos. Con una vuelta en el ferry que sale todo el día cada cuarto de hora desde la cercana localidad de Somo hasta el puerto de Santander, en pleno centro de la ciudad. Con un paseo por el Puntal, la lengua de arena que se adentra desde Somo en la bahía de Santander, desde el lado opuesto. Con una sesión de pescado asado al aire libre en los dos asadores muy populares frente al desembarcadero del ferry en Pedreña, muy cerca de Langre, o en Somo, con uno de los numerosos platos innovadores de la rústica casa de comidas La Alberuca, donde el acento argentino está más en la lengua que en el paladar. Con unos hoyos en el golf de Pedreña. Con un rato de lectura en los jardines llenos de hortensias de las dos bonitas casas rurales situadas a diez minutos a pie de la playa. Con unas adquisiciones en los talleres del puñado de ceramistas que jalonan la carretera a Somo. Con una incursión en el parque de la naturaleza de Cabárceno, a unos veinte minutos en coche. O con una excursión por el valle del Asón, de gran frondosidad y riqueza natural: lobo, corzo, jabalí, zorro, águila real, buitre, alimoche, murciélago de Geoffroy, roble, haya, encina, abedul y rebollo.

Playa de cierto peligro por las corrientes y la resaca, Langre recibe también a surfistas que, vistos desde arriba con sus trajes negros de neopreno, parecen focas jugueteando con las olas. Hay puesto de socorristas, pero no baños. Después del Prestige, el problema de las aguas menores en el Cantábrico parece realmente menor. Un chiringuito y un puesto de helados se encuentran junto a la escalera principal.

La playa de Langre, a unos veinte kilómetros de Santander, se extiende bajo los cortados de caliza a lo largo de casi dos kilómetros.RAFAEL LECHNER

GUÍA PRÁCTICA

Dormir

- La Posada de Langre (942 50 52 36; www.posadadelangre.com). La Portilla, 13. Langre. Unos 48 euros.

- Posada Costa Trasmiera (942 50 53 37; www.periplo.com). Barrio La Fuente, s/n. Langre. Unos 37 euros.

- Hostal Llaranza (942 51 51 80). Carretera de Loredo-Langre. Barrio de la Iglesia, 50. Langre. 36 euros.

Comer

- La Alberuca (942 51 05 04). Barrio Llosa Sierra, 6. Somo. Platos a partir de 7 euros.

- Asador El Tronky (942 50 10 93). Muelle de Pedreña, s/n. Pedreña. Sardinas a partir de 6 euros.

- Restaurante El Galeón (942 51 02 14). Peñas Blancas, bajo. Somo. Pescados y mariscos. Unos 25 euros.

Información

- Somo Aventura (699 40 24 81).

- Oficina de turismo (942 51 06 00).

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