Cartas al director

Los Juegos Olímpicos sin guerras

Cuando comienzan los Juegos Olímpicos de 2004, la atención gira no sólo en torno a las pruebas deportivas, sino -y sobre todo este año- en torno a la preocupación por la seguridad durante las mismas. Un impresionante despliegue policial velará por ellas. No habrá espacio en nuestra memoria para recordar que los pueblos de los que procedían los antiguos atletas se daban a sí mismos una tregua en las batallas, cada cuatro años, mientras se celebraban las competiciones.

¿Podemos imaginar tres semanas sin conflictos armados casi en ningún lugar del mundo? Esa situación sí se acercaría al mo...

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Cuando comienzan los Juegos Olímpicos de 2004, la atención gira no sólo en torno a las pruebas deportivas, sino -y sobre todo este año- en torno a la preocupación por la seguridad durante las mismas. Un impresionante despliegue policial velará por ellas. No habrá espacio en nuestra memoria para recordar que los pueblos de los que procedían los antiguos atletas se daban a sí mismos una tregua en las batallas, cada cuatro años, mientras se celebraban las competiciones.

¿Podemos imaginar tres semanas sin conflictos armados casi en ningún lugar del mundo? Esa situación sí se acercaría al modo y sentido original de esos encuentros deportivos, que hoy hemos perdido.

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