OPINIÓN DEL LECTOR

Abandono en el metro

Los responsables empresariales y políticos del metro parece que fueran víctimas de un singular síndrome: esquizofrenia empresarial. Tratemos de los síntomas que caracterizan esta enfermedad que se refiere a la disociación entre lo que dicen y lo que hacen esos personajes, entre el metro de los anuncios y el metro real, entre el metro que vuela y el metro abandonado. Este tipo de psicosis se muestra más durante el verano y, sobre todo, en agosto.

Entonces el metro se convierte, de verdad, en un desierto: estaciones semiabandonadas por no cubrir puestos de trabajo fundamenta...

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Los responsables empresariales y políticos del metro parece que fueran víctimas de un singular síndrome: esquizofrenia empresarial. Tratemos de los síntomas que caracterizan esta enfermedad que se refiere a la disociación entre lo que dicen y lo que hacen esos personajes, entre el metro de los anuncios y el metro real, entre el metro que vuela y el metro abandonado. Este tipo de psicosis se muestra más durante el verano y, sobre todo, en agosto.

Entonces el metro se convierte, de verdad, en un desierto: estaciones semiabandonadas por no cubrir puestos de trabajo fundamentales (como el de jefe de sector) para atender al viajero, las instalaciones e, incluso, la puesta en marcha del plan de emergencia. Por ejemplo: el día 10 de agosto, en nueve estaciones seguidas de la línea 1 no se cubrió ese puesto de trabajo. De esta situación es responsable la dirección de la empresa. Sin embargo, no parece hacer nada en beneficio de los viajeros y los trabajadores. Es más, consiente, promueve su reiteración.

Durante el verano se efectúan obras en muchas estaciones y estas reformas producen la anulación temporal de equipos de seguridad básicos, como el sistema contra incendios, la megafonía local, los interfonos, el circuito cerrado de televisión. ¿Hace algo la empresa para paliar estas carencias? A la vista de la experiencia que sufrimos viajeros y trabajadores poco hace, pues, ni refuerza con personal las estaciones, ni prepara equipos de megafonía portátil, ni abre las taquillas cerradas.

Otro síntoma: el mantenimiento de las instalaciones de las estaciones. La empresa decide aprovechar el verano para poner en marcha un nuevo sistema de gestión. Pero lo hace prácticamente de golpe, con cierta precipitación. ¿Consecuencias? Entre otras: reducción del mantenimiento, retraso en las reparaciones, nervios entre los trabajadores, más molestias para los viajeros.

Este síndrome, del cual sólo cito tres síntomas, ¿tiene cura? Como alguien ha dicho, la enfermedad decide hospedarse en el enfermo y, así, en este caso, es propia del carácter político de este servicio público y del carácter político de sus responsables. A los viajeros y a los empleados del metro, todos trabajadores, sólo nos queda una alternativa: unirnos.

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