CRÓNICAS DEL SITIO

Falsificantes

A cuenta del sucedido que les conté sobre mi alumno Mikel a quien atracó una señora con una aguja, una lectora me ha reprochado que debí aconsejarle que presentara una denuncia. En realidad, lo hice. Pero al oírme que iba a llamar a la Ertzaintza se quedó pensativo y masculló: -Mejor lo dejamos... Y yo me quedé en la duda de si ocultaba un oscuro pasado o es que a pesar de su edad ya había alcanzado el nivel de escepticismo adulto sobre nuestros guardadores.

Entre tanto, ¿qué habrá sido de la atracadora de la aguja de hacer punto? Eso tiene menos misterio. De regreso a su casa, descubri...

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A cuenta del sucedido que les conté sobre mi alumno Mikel a quien atracó una señora con una aguja, una lectora me ha reprochado que debí aconsejarle que presentara una denuncia. En realidad, lo hice. Pero al oírme que iba a llamar a la Ertzaintza se quedó pensativo y masculló: -Mejor lo dejamos... Y yo me quedé en la duda de si ocultaba un oscuro pasado o es que a pesar de su edad ya había alcanzado el nivel de escepticismo adulto sobre nuestros guardadores.

Entre tanto, ¿qué habrá sido de la atracadora de la aguja de hacer punto? Eso tiene menos misterio. De regreso a su casa, descubrió en el fondo de la bolsa el reloj que había dejado olvidado. Ahora tiene dos iguales, el que nunca fue robado y el que ella recuperó al convertirse en atracadora por un día.

Tales cosas no son demasiado extrañas en una sociedad con problemas de identidad como la vasca, en cuya escena pública casi nadie es como parece.

Ese mismo día en que Mikel llegó descompuesto por el atraco, otros alumnos que venían a recoger sus notas también se encontraron con un problema de identidad. Yo les había advertido que, para recibirlas en persona debían traerme una autorización firmada por sus padres. No me hicieron caso y allí se presentaron sin el papel justificante. Me mantuve firme en mi rol de Srta. Rothenmeier mientras ellos discutían entre sí:

-Pero ¿qué quiere?

-Quiere un "falsificante"

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- eso ¿qué es?

-Pues un justificante con una "falsifirma" de los padres.

En una esquina del patio, Antonio falsificó la firma de su padre. Pero el papel no pasó mi prueba pericial:

-Esta firma no se parece a la de tu padre.

Antonio fue a dar el parte al grupo del patio.

-Ah, pero ¿tiene que parecerse?

-Claro, no debe distinguirla ni tu padre.

Vaya adolescentes que se dejan atracar por una anciana y no saben hacer un "falsificante". Contra Franco aprendíamos esas cosas; pero ahora ante cualquier problema un poco enrevesado tiran en seguida la toalla.

Si no fuera por la lectora que me riñe, les adoctrinaría: -La falsificación de un justificante escolar debe ser una obra de arte. Y si os descubren, apechugar con el castigo. Porque sois responsables de vuestros actos y de sus consecuencias.

Pero no me entenderían porque los adultos, de presidente del gobierno para abajo, actúan a menudo como ellos. En cuanto les cae el marrón sólo se preocupan por echar la culpa a los demás.

Me sacan de mis meditaciones con un frase contundente:

-Vamos profa; que estamos de vacaciones...

Tienen razón. Yo también voy a tomármelo con calma. Mañana me marcho a la Toscana a descifrar el código Da Vinci. Que detrás de todo esto ha de haber una conspiración mundial.

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