Análisis:FESTIVAL DE MÚNICH

Las óperas de Händel en Baviera

De un tiempo a esta parte las óperas de Händel se han instalado en Múnich como si estuvieran en su propia casa. Además lo han hecho con desparpajo, con criterios escénicos atrevidos, aunque, para compensar, con un control ligero y elegante de la música gracias al director Ivor Bolton, auténtico jefe de ceremonias de toda esta operación de desembarco barroco en Baviera. La música de Händel, en realidad, se consolida día a día en más lugares, y en todos es bien recibida.

En su ciudad natal, Halle, el festival a él dedicado ofrece cada año mejores representaciones. En la próxima edición de...

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De un tiempo a esta parte las óperas de Händel se han instalado en Múnich como si estuvieran en su propia casa. Además lo han hecho con desparpajo, con criterios escénicos atrevidos, aunque, para compensar, con un control ligero y elegante de la música gracias al director Ivor Bolton, auténtico jefe de ceremonias de toda esta operación de desembarco barroco en Baviera. La música de Händel, en realidad, se consolida día a día en más lugares, y en todos es bien recibida.

En su ciudad natal, Halle, el festival a él dedicado ofrece cada año mejores representaciones. En la próxima edición del Festival Barroco de Salzburgo, los tres títulos escénicos que se van a escuchar son de Händel, con las distinguidas batutas de Christie, Minkowski y Bolton.

La producción de Rodelinda dirigida por el norteamericano David Alden se estrenó en Munich a finales de junio de 2003. Ha vuelto ahora al festival de la capital bávara y se repondrá en otoño en la próxima temporada (a partir del 20 de octubre). El repertorio muniqués de Händel es de lo más variado -Saúl, Julio César, Ariodante, Xerxes, Alcina...- y, cosa gratificante, el público le ha cogido el gusto. Rodelinda, anteayer, obtuvo un éxito notabilísimo, extraordinario. Con sobradas razones.

La primera de ellas es la dirección musical del británico Ivor Bolton, al frente de la Bayerische Staastorchester, con instrumentos modernos pero con algunos de época añadidos, con lo cual se sitúa, a efectos de sonido, a medio camino entre lo historicista y lo actual. Lo importante es, en cualquier caso, que Bolton maneja esta situación primorosamente bien, con un tratamiento de los tempos ejemplar y, por encima de todo, con un sentido concertador en el trabajo con los cantantes verdaderamente modélico.

No se pierde la nitidez de una sola sílaba en la vocalidad melódica y, sean cuales sean las facultades de los cantantes, éstos se sienten a gusto y dan lo mejor de sí mismos. Estuvieron estupendas las dos mujeres, la cada vez más madura musicalmente Dorothea Röschmann (Rodelinda) y la mezzosoprano italiana en alza Sonia Prina (la reciente Partenope, de Leonardo Vinci, con Antonio Florio).

Pero también destacaron el contratenor Michael Chance y el tenor Paul Nilon, y está además con mucha gracia teatral el también contratenor Christopher Robson. La música de Händel, de tan extensa duración en su sucesión de recitativos y arias, puede ser pesada si no se alcanza un toquecillo continuo de inspiración. Cuando, como anteayer, todo fluye con sentimiento y emociones es una delicia impagable.

Efectos plásticos

La dirección escénica de David Alden es irregular. Algunos efectos plásticos son, sin embargo, espléndidos: la fachada inclinada del último acto, con los cantantes a varios niveles; la atmósfera de color a lo Hopper, con bar y cochazo incluidos en el primer cuadro del segundo acto.

En otros momentos la escena es más banal, pero nunca carece de sentido del humor y de pequeñas osadías que no molestan. Vi en la representación a españoles de Las Palmas, Alicante y Madrid. Y es que el atractivo de las óperas de Händel en Múnich se transmiten de boca a boca. Por lo visto anteayer, justificadamente.

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