Tribuna:

¿Otra Europa es posible?

Cuando el movimiento antiglobalización popularizó su lema universal -Otro mundo es posible- introdujo, a mi modo de ver, un concepto positivo y otro discutible en el debate social. El positivo: mientras que todos los pensamientos conservadores del mundo, de derecha e izquierda, nos dictan que sólo es posible aquello que existe, nos recordó que también pueden ser posibles cosas que no existen.

Que la realidad que tenemos no es la única que podemos tener y que podemos aspirar a otro mundo sin tener que escoger entre lo que hay y la nada, entre lo que hay y el abismo. El discutible:...

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Cuando el movimiento antiglobalización popularizó su lema universal -Otro mundo es posible- introdujo, a mi modo de ver, un concepto positivo y otro discutible en el debate social. El positivo: mientras que todos los pensamientos conservadores del mundo, de derecha e izquierda, nos dictan que sólo es posible aquello que existe, nos recordó que también pueden ser posibles cosas que no existen.

Que la realidad que tenemos no es la única que podemos tener y que podemos aspirar a otro mundo sin tener que escoger entre lo que hay y la nada, entre lo que hay y el abismo. El discutible: yo no creo que sólo otro mundo sea posible. Son muchos los otros mundos posibles, y entre estos muchos otros mundos hay algunos que son mejores que el que existe, pero hay otros que son peores. Cambiar el mundo no significa necesariamente mejorarlo. También existe el riesgo de empeorarlo.

Cuando estamos a las puertas del debate político sobre la Constitución europea, que encarna la Europa que tenemos y la Europa en que evoluciona de forma natural la que tenemos, es posible preguntarse también si otra Europa es posible. La respuesta es, más o menos, la que provoca el lema antiglobalizador: ciertamente, son posibles muchas otras Europas, pero no todas son mejores. La Constitución es una Europa que ya sabemos que es posible porque nace de la que existe. Otras pueden serlo también. Esta es una Europa de Estados y de ciudadanos. Una Europa fuerte. ¿Es posible también una Europa fuerte, pero sobre otros fundamentos, en la que los Estados pesen menos, los ciudadanos pesen más y las realidades culturales y nacionales que no coinciden exactamente con los Estados pesen algo? ¿Es posible querer otra Europa, desde dentro y no desde fuera del europeísmo?

Tengo la sensación de que, en Cataluña, en estos momentos, hay muchos sectores próximos a cualquiera de las encarnaciones políticas del catalanismo que dudan sobre cuál debe ser su posición ante la Constitución europea. Son sectores indudablemente europeístas. Son sectores que creen que otra Europa fuerte es posible, sobre bases sustancialmente distintas a las que propone la Constitución. No son sectores que quieran ninguna marcha atrás y que no tienen ninguna tentación aislacionista, pero que no están satisfechos con la realidad que consagra la Constitución. ¿Utópicos? Como todos los que creen que otra cosa es posible, además de la que existe. Son sectores a los que tienta el no a la Constitución europea, pero que no han decidido este voto contrario porque les aterrorizan las malas compañías -en el ámbito europeo- que acompañan al voto negativo. Son, somos, personas que dudamos.

Hay referendos, como el de la Constitución europea, que no se pueden responder con argumentos tácticos, sino desde la sinceridad de las propias convicciones. Como otras Europas son posibles, no es cierto que sólo exista un posible voto europeísta. Para un europeísta es posible el voto favorable, el desfavorable, la abstención, el voto en blanco... Porque no votar a favor de la Constitución no es votar contra Europa. El riesgo es que te confundan con los que votarán contra la Constitución porque están contra Europa, pero la confusión en el voto se debe deshacer en la explicación del voto. Del mismo modo, porque existen también visiones diversas de Cataluña y del catalanismo, porque otras Cataluñas son posibles, no es cierto que exista un solo voto catalanista posible. Votar a favor de la Constitución no es votar en contra de Cataluña, pero también en este caso te pueden confundir con los que sí que creen que gracias a esta Constitución se da un carpetazo definitivo para realidades incómodas en la Europa de los Estados, como la catalana. O podemos llevar a cabo un debate sereno, en el que se pueda discrepar, pero en el que nos lancemos a la cabeza las palabras escritas con mayúsculas, las grandes palabras, o vamos a tener ante la Constitución europea un montón de respuestas insinceras. Y la petición de un voto insincero, de un voto de cálculo, de un voto táctico, es la madre de todas las abstenciones.

Vicenç Villatoro es escritor.

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