Crítica:

Imágenes del desvío

En la Cuba de Fidel y de la imagen impecable e implacable del Che existe la homofobia, al igual que en la América amenazante de Bush o en la España de la que con tanto ahínco quisieron apoderarse Aznar y Rouco. Sólo que en Cuba los motivos no son ni integristas ni patriarcales. Allí los argumentos tienen que ver con el antiimperialismo y con la lucha de clases. Pero entre el renovado cesaropapismo de los de aquí y el rampante antiimperialismo de los de allá existe la conexión subrepticia, negada por ambas partes, de una misma hostilidad hacia las conductas sexuales "desviadas". De allí que sea...

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En la Cuba de Fidel y de la imagen impecable e implacable del Che existe la homofobia, al igual que en la América amenazante de Bush o en la España de la que con tanto ahínco quisieron apoderarse Aznar y Rouco. Sólo que en Cuba los motivos no son ni integristas ni patriarcales. Allí los argumentos tienen que ver con el antiimperialismo y con la lucha de clases. Pero entre el renovado cesaropapismo de los de aquí y el rampante antiimperialismo de los de allá existe la conexión subrepticia, negada por ambas partes, de una misma hostilidad hacia las conductas sexuales "desviadas". De allí que sea tan oportuna en ambos lados del océano la publicación de este libro, donde su autor realiza una cala amplia y fructífera en el arte de su país que tematiza la homosexualidad. ¿Homosexualidad? Digo mal.

LA VOZ HOMOERÓTICA EN EL ARTE CUBANO CONTEMPORÁNEO

Andrés Isaac Santana

Noreste. Chile, 2004

329 páginas. 20 euros

Isaac se cuida mucho de

aclarar en los pasajes iniciales de su libro que él no se ocupa de la homosexualidad sino del homoerotismo. Y no porque ahora que vive en Madrid tenga miedo todavía de que le caiga encima alguna de las penas de extrañamiento o marginación que padecieron en su día Lezama Lima, Severo Sarduy o Reinaldo Arenas. No. Andrés Isaac toma distancia de la categoría homosexual por dos razones cruciales. La primera es una restricción y una cautela: no quiere que el lector piense que si los artistas analizados en su libro se dan a los temas homosexuales es porque ellos mismos son homosexuales. La segunda razón le viene de su familiaridad declarada con las teorías culturales posestructuralistas, especialmente con las articuladas en al ámbito americano. En ese contexto, el homo erotismo es asumido no como una conducta sexual personal e intransferible sino más bien como una más de las estrategias estéticas y discursivas que desestabilizan el discurso falocentrista hegemónico transgrediendo las fronteras que él mismo establece y perpetúa entre los individuos y los géneros, y sus respectivas prácticas. Esta perspectiva le permite a Isaac ver más de lo que ordinariamente se ve en las obras del grupo de artistas cubanos de los que se ocupa en detalle. Allí, en esos cuadros, en esas fotografías y performances, donde los demás sólo creemos ver la inclinación de ciertos artistas contemporáneos por los espejos, las máscaras, las plumas y las lentejuelas, los cuerpos de gimnasio o de palestra, la parodia o el pastiche, Isaac descubre desafíos auténticamente subversivos. Y arriesgados, y trabajos de zapa de las figuras del líder omnipresente y del héroe inalcanzable en torno de los cuales la Revolución cubana teje todavía su discurso hegemónico.

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