Columna

Regiones en Europa

Sin duda, la desmayada participación del pasado domingo, situada casi diez puntos por debajo de la peor elección europea celebrada en España, resta fiabilidad y precisión a los análisis sobre el 13-J. De añadidura, la práctica igualdad entre el porcentaje nacional (45,9) y la media europea (45,5) desautoriza las interpretaciones guiadas de forma exclusiva por criterios específicamente internos: tal vez el único dato significativo al respecto sea que siete comunidades donde la participación superó en más de cinco puntos a la media española (La Rioja, Cantabria, las dos Castillas, Madrid,...

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Sin duda, la desmayada participación del pasado domingo, situada casi diez puntos por debajo de la peor elección europea celebrada en España, resta fiabilidad y precisión a los análisis sobre el 13-J. De añadidura, la práctica igualdad entre el porcentaje nacional (45,9) y la media europea (45,5) desautoriza las interpretaciones guiadas de forma exclusiva por criterios específicamente internos: tal vez el único dato significativo al respecto sea que siete comunidades donde la participación superó en más de cinco puntos a la media española (La Rioja, Cantabria, las dos Castillas, Madrid, Murcia y Valencia) votaron a favor del PP.

Un aspecto merecedor de comentario es la evaporación del efecto piel de zapa que venía reduciendo hasta ahora la superficie electoral ocupada por PP y PSOE en las europeas respecto a las legislativas: el 84,60% obtenido el 13-J por los dos grandes partidos estatales superó el 80,30% del 14-M. Ese cambio de tendencia ha implicado el obligado retroceso de los competidores ante las urnas de populares y socialistas. Pese a su implantación estatal, Izquierda Unida (IU) viaja de los esplendores de la pinza anguitesca de 1994 (13,46%) a las estrecheces de 2004 (4,16%), con la estación intermedia del 5,77% de 1999; el resultado de IU el 13-J es inferior en casi un punto al logrado el 14-M.

También han sufrido un reflujo los partidos de ámbito territorial que anunciaban su propósito de acudir al Parlamento de Estrasburgo como voces de la Europa de las naciones sin Estado o de las regiones. La circunscripción de colegio único y la merma del número de escaños -diez menos- asignado a España por el Tratado de Niza invitaban a nacionalistas y regionalistas a unir fuerzas; las modificaciones en el seno de las candidaturas conjuntas de convocatorias pasadas y las inversiones de alianzas dificultan la comparación del 13-J con anteriores citas.

La principal coalición de carácter nacionalista fue Galeusca, formada por CiU, BNG, PNV y otros acompañantes valencianos y mallorquines. CiU se había venido presentando en solitario a las elecciones europeas con notable éxito desde la cita inaugural de 1987: nunca bajó del 4,20% en toda España y obtuvo 843.000 votos en 1999. También el BNG acudió solo a las urnas hace cinco años, consiguiendo 335.000 votos. En cambio, el PNV se había presentado hasta ahora en alianza con otros socios. Galeusca logró el pasado domingo tres diputados y un 5,17% de los votos en toda España; sin embargo, sus tres socios principales habían obtenido por su cuenta en 1999 seis diputados y el 8,98% de sufragios. Europa de los Pueblos -constituida por Esquerra Republicana (ERC), Eusko Alkartasuna (EA) y otros compañeros de viaje, aragoneses, andaluces, mallorquines y valencianos- logró el pasado domingo un diputado y el 2,5% de los votos en toda España; sus componentes, empero, habían obtenido dos diputados y el 3,3% de sufragios en 1999. Finalmente, Coalición Europea -integrada por Coalición Canaria y una constelación de socios andaluces, valencianos, aragoneses, mallorquines, navarros, extremeños y asturianos- no logró ningún diputado: el famélico 1,21% que cosechó el domingo contrasta negativamente con el 3,2% alcanzado en 1999.

Las tres coaliciones nacionalistas y regionalistas, así pues, reunieron el 13-J el 8,87% de votos en toda España; hace cinco años, sus integrantes -dentro de esas mismas listas conjuntas, por separado o como socios de otras combinaciones- habían juntado el 12,18% de los sufragios. La abstención arroja una luz aún más desfavorable sobre los votos conseguidos: 1.354.000 de sufragios el 13-J frente a 2.576.000 de 1999. No parece, así pues, que la invocación a la Europa de las regiones o de las naciones sin Estado (con vocación o no independentista) movilice el entusiasmo de los votantes. Finalmente, la interdicción electoral de HZ como segunda marca de la ilegalizada Batasuna dejó teóricamente huérfanos ante las urnas el 13-J a los 307.000 votantes de Euskal Herritarrok de 1999 (de los que 225.000 votaron en el País Vasco); en todo caso, la eventual interpretación del voto nulo (0,99% y 152.863 papeletas en toda España) como voto oculto a favor del brazo político de ETA en el País Vasco (12,32% y 98.000 sufragios) y Navarra (7,35% y 15.885 votos) mostraría a la vez la preocupante resistencia a desaparecer y el lento desgaste social del nacionalismo vasco radical.

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