Crítica:CRÍTICAS

Más que servidos de 'hip-hop'

El hip-hop está bien... para el que le guste.

Dicho esto (Faemino y Cansado deberían pedir derechos de autor por la frase), pongamos sobre aviso de que You got served es una sobredosis de hip-hop. No hay nada más. Si acaso, la típica película de duelos continuos en un escenario-ring (en este caso, combates de baile por equipos y sin reglas fijas); algo así como Karate Kid, pero con la particularidad de que, por comparación, You got served es capaz de convertir a aquella película en una obra maestra del cine.

Esto tampoco es 8 millas, otro...

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El hip-hop está bien... para el que le guste.

Dicho esto (Faemino y Cansado deberían pedir derechos de autor por la frase), pongamos sobre aviso de que You got served es una sobredosis de hip-hop. No hay nada más. Si acaso, la típica película de duelos continuos en un escenario-ring (en este caso, combates de baile por equipos y sin reglas fijas); algo así como Karate Kid, pero con la particularidad de que, por comparación, You got served es capaz de convertir a aquella película en una obra maestra del cine.

Esto tampoco es 8 millas, otro filme ambientado en el mundo del hip-hop y también con desafíos a base de rimas y canciones en un escenario. Pues aquí no hay la más mínima intención de rodear a la música de cierto cine social, como ocurría en la película de Curtis Hanson protagonizada por Eminem. You got served (ni siquiera se han molestado en traducir el título, algo así como Estáis servidos, frase con la que los ganadores obsequian a los perdedores de cada duelo) está más cerca de la bobería de Honey, otra de hip-hop, estrenada en España hace un par de meses.

YOU GOT SERVED

Dirección: Christopher B. Stokes. Intérpretes: Omari Grandberry, Marques Houston, Jennifer Freeman. Género: musical. EE UU, 2004. Duración: 90 minutos.

Los trapicheos de drogas y la violencia entre bandas están difuminados, funcionan sólo como telón de fondo, más como obligación que como intención. De hecho, la palabra droga parece prohibida a lo largo de todo el metraje, y ello pese a que los dos protagonistas dedican su tiempo libre a trabajar como camellos. Del mismo modo que tampoco se justifica que el chaval de las trenzas ande metido en semejantes líos cuando, a juzgar por la casa en la que vive con su madre, parece proceder de un estrato social más bien elevado.

En cambio, lo que sí prolifera es una gran concentración de lugares comunes, del tipo de los flirteos con las hermanas de los amigos siempre acaban en bronca; el más débil siempre acaba palmando; los padres dan unos consejos geniales sobre la vida en el lecho de muerte; las abuelas son los seres bondadosos de la familia, o el malo de la película siempre tiene que ser rubio platino.

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