Editorial:

Suráfrica, y van tres

Mañana comenzará su segundo mandato el presidente surafricano, Thabo Mbeki, a los 10 años justos de las primeras votaciones libres, en las que su partido, el African National Council, obtuvo una gran victoria. Pero lo más notable es que desde entonces haya ido mejorando resultados: 63% en 1994, con Nelson Mandela de líder; 66% en 1999, ya con Mbeki, y hoy el 69%.

Y, sin embargo, el país que se ha consolidado como una vibrante democracia, donde la mayoría negra se ha comportado ejemplarmente sin el ánimo de venganza que algunos temían por casi 50 años de segregación racial, vive empantan...

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Mañana comenzará su segundo mandato el presidente surafricano, Thabo Mbeki, a los 10 años justos de las primeras votaciones libres, en las que su partido, el African National Council, obtuvo una gran victoria. Pero lo más notable es que desde entonces haya ido mejorando resultados: 63% en 1994, con Nelson Mandela de líder; 66% en 1999, ya con Mbeki, y hoy el 69%.

Y, sin embargo, el país que se ha consolidado como una vibrante democracia, donde la mayoría negra se ha comportado ejemplarmente sin el ánimo de venganza que algunos temían por casi 50 años de segregación racial, vive empantanado en la pobreza y el crimen, sufre una grave desigualdad social que favorece a la minoría blanca y está asolado por el sida.

La duda era si en estas elecciones el ANC mantendría los dos tercios de los escaños que el Gobierno considera necesarios para ganar la batalla a la miseria, lo que así ha sido; así como si se impondría en las nueve provincias del país. Y ha perdido sólo en Kwa Zulu-Natal, donde el partido zulú Inkhata gobernará en coalición con Alianza Democrática -minoría blanca-, mientras que el ANC tendrá que hacer otro tanto con una pequeña formación en El Cabo. En las otras siete provincias gobernará en solitario.

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Diez años han bastado para construir una democracia que debiera ser lección y ejemplo para esa gran parte de África, donde las votaciones se controlan desde el poder, pero no han sacado del subdesarrollo a gran parte de la población negra, más de un 75% de los 30 millones y pico de habitantes del país. Sometida Suráfrica al brutal azote del sida, sólo hace unas fechas que el Gobierno, oportunista, lanzaba un plan de tratamiento de la enfermedad con antirretrovirales. Y tampoco faltan signos que apuntan a un cansancio de la opinión. Si en 1994 votaron 9 de cada 10 surafricanos registrados, en estas terceras elecciones lo han hecho sólo tres de cuatro, a lo que hay que sumar que no todos los posibles votantes se registran.

Es vital para Suráfrica, África y el mundo que el ANC cumpla. La suya es una ocasión y una experiencia que nadie tiene el derecho a consentir que fracase.

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