Crítica:

En el viejo Tejas

Quiere el lugar común, literario ante todo, pero también cinematográfico, que el sur de EE UU sea algo así como el terreno de un cierto realismo mágico, el territorio en el que cualquier milagro, por estrambótico que sea, puede ser posible. De ahí, justo de ahí, parte El secreto de los McCann: una peripecia situada no en el profundo sur negro, sino en Tejas, pero poblada por seres ejemplarmente raros: un niño al que su madre medio abandona a su suerte y sus dos tíos, unos hermanos virtualmente ancianos con hábitos más bien tronantes; y una historia entre fantástica e irreal: el título o...

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Quiere el lugar común, literario ante todo, pero también cinematográfico, que el sur de EE UU sea algo así como el terreno de un cierto realismo mágico, el territorio en el que cualquier milagro, por estrambótico que sea, puede ser posible. De ahí, justo de ahí, parte El secreto de los McCann: una peripecia situada no en el profundo sur negro, sino en Tejas, pero poblada por seres ejemplarmente raros: un niño al que su madre medio abandona a su suerte y sus dos tíos, unos hermanos virtualmente ancianos con hábitos más bien tronantes; y una historia entre fantástica e irreal: el título original, Leones de segunda mano, lo deja mucho más en evidencia que su tímida traducción hispana.

EL SECRETO DE LOS McCANN

Dirección: Tim McCaulies. Intérpretes: Michael Caine, Robert Duvall, Haley Joel Osment, Kyra Sedgwick, Nicky Katt. Género: comedia dramática. EE UU, 2003. Duración: 111 minutos.

Con estos mimbres, y desde la mirada del niño, Tim McCaulies, director y guionista, monta una historia de perfiles limados por el buen sentido y un considerable tono dulzón, una trama de aprendizaje de la vida -del niño, pero también de sus intransigentes tíos- tan bien intencionada como, en el fondo, irremediablemente previsible. Incide en uno de los temas más frecuentados por el último cine americano, el de los niños que no cuentan con la guía paterna que les permita un primer empujón victorioso en la vida -o, dicho de otra manera, que propone arquetipos femeninos considerablemente débiles, por no decir abominables-, y apunta en la dirección de un cierto tono de cuento de hadas que acerca lo narrado a terrenos conocidos, como, por ejemplo, el de La princesa prometida.

Pero tiene también algo más: dos magníficos, entrañables actores veteranos, un hierático aunque adorable Michael Caine y un volcánico, espectacular Robert Duvall, que por sí solos merecen la función.

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