Editorial:

Comisión de investigación

"Yo sé quién mintió, quién manipuló, quién radió, quién televisó y quién llevó a la gente frente a la sede del PP". Aznar lo sabe y lo sabe en estos momentos todo el mundo. Basta con leer el amplio reportaje publicado ayer por el prestigioso Financial Times, nada propenso a la crítica fácil al Gobierno del PP durante sus ocho años de poder. Y con el periódico londinense, una gran parte de la opinión pública internacional cree saber quién provocó la irritación de muchos jóvenes que se comunicaron por mensajes a través de móvil para exigir ante las sedes del PP "la verdad antes de votar"....

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"Yo sé quién mintió, quién manipuló, quién radió, quién televisó y quién llevó a la gente frente a la sede del PP". Aznar lo sabe y lo sabe en estos momentos todo el mundo. Basta con leer el amplio reportaje publicado ayer por el prestigioso Financial Times, nada propenso a la crítica fácil al Gobierno del PP durante sus ocho años de poder. Y con el periódico londinense, una gran parte de la opinión pública internacional cree saber quién provocó la irritación de muchos jóvenes que se comunicaron por mensajes a través de móvil para exigir ante las sedes del PP "la verdad antes de votar".

Aznar se empeña, como sólo suelen hacerlo los malos perdedores, en transferir las culpas a otros. Ésta sí es una manipulación meridiana, y también una seria lesión que se inflige a sí mismo y al futuro del Partido Popular. Este Gobierno en funciones había hecho de la lucha antiterrorista uno de sus ejes de actuación, pero se va después de enfrentarse con el mayor y más grave atentado de la historia de España. En vez de dar explicaciones sobre todo lo que ha fallado en la inteligencia española respecto al terrorismo yihadista y en la prevención antiterrorista, está utilizando sus últimos días en el poder para lanzar operaciones de dudoso rendimiento político y de muy concreta adscripción moral, sólo para salvar los muebles de un honor supuestamente mancillado. Lo que debiera preocupar a este Gobierno -y al que llega- son las numerosas evidencias sobre la falta de recursos y de atención respecto a este tipo de terrorismo, hasta el punto de que será necesario que el nuevo Parlamento tome cartas en el asunto e investigue todo lo que ha fallado en el 11-M, siguiendo el buen ejemplo de la democracia norteamericana sobre el 11-S.

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Es intolerable que en circunstancias tan graves como las que ha vivido la sociedad española y frente a un peligro terrorista tan agudo, para el que pedía unidad nacional en las vísperas electorales, al presidente en funciones sólo se le ocurra inventar una guerra con unos medios para desviar así sus responsabilidades. Más lo es todavía la explicación conspirativa de la historia, que convierte en motores de los acontecimientos a unos "poderes fácticos", ocultos o innombrables. Este periódico y los medios de comunicación del Grupo PRISA no han hecho sino informar en la medida en que contaban con datos, algo que a menudo sucedía mucho antes de que el Gobierno los hiciera oficiales.

El intento de transferencia de responsabilidades que está haciendo Aznar, además de una muestra de irresponsabilidad política, cuando se realiza desde el poder ejecutivo constituye un directo allanamiento del derecho de los ciudadanos a la libertad de información.

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