Columna

Interrogantes

No he querido leer ni escuchar ningún comentario ni valoración política de los resultados electorales del domingo por dos razones: la primera, porque aún estoy bajo los efectos psicológicos de la catástrofe del pasado jueves, y, la segunda, porque un politólogo serio, que en vísperas de la cita electoral veía levemente incierta la mayoría absoluta del partido gubernamental y había bromeado vaticinando que si duraba una semana más la campaña electoral Rajoy podría perder las elecciones, es decir, no obtener la mayoría suficiente para gobernar, no debe tirarse de cabeza a decir cualquier cosa só...

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No he querido leer ni escuchar ningún comentario ni valoración política de los resultados electorales del domingo por dos razones: la primera, porque aún estoy bajo los efectos psicológicos de la catástrofe del pasado jueves, y, la segunda, porque un politólogo serio, que en vísperas de la cita electoral veía levemente incierta la mayoría absoluta del partido gubernamental y había bromeado vaticinando que si duraba una semana más la campaña electoral Rajoy podría perder las elecciones, es decir, no obtener la mayoría suficiente para gobernar, no debe tirarse de cabeza a decir cualquier cosa sólo porque la profesionalidad pueda obligarle o sus leales y críticos lectores lo esperen por encima de cualquier otra consideración.

Así las cosas, quiero hacerme aquí las preguntas para las que todavía no tengo una respuesta coherente, y emplazarme a contestarlas después de acopiar los datos empíricos pertinentes, algo que quizás no sea fácil pues el cambio de gobierno centrará de inmediato -y de eso sí estoy seguro-, las preocupaciones de los expertos y analistas en el rumbo político más inmediato de nuestro país.

La alegría incontenida que exhiben en privado quienes interpretan los resultados del domingo como correlato lógico a la trayectoria global de los gobiernos de Aznar en los últimos cuatro años ¿son o no una manifestación irresponsable de prepotencia política de dudosa ética democrática?

¿Es decente achacar la derrota sólo a las (se asegura) deliberadas torpezas del gobierno en la gestión de la información sobre la autoría de los crímenes del jueves, y olvidarse de la guerra mediática generalizada que se desencadenó a propósito de las verdades a medias del Gobierno pero quizás también con la mirada puesta en evitar/propiciar una movilización electoral antigubernamental hasta el mismo momento de cerrarse las urnas?

¿La fatal convergencia del objetivo político de la acción terrorista con el vuelco electoral (¿quizás los terroristas esperaban mucho más de ella?), no obliga a un colectivo ejercicio de reflexión moral sobre las ventajas políticas que pueden obtenerse envenenados por el miedo a propósito de la indigestión que produce la bestia criminal que amenaza al conjunto de las democracias que en el mundo son?

¿Para el conjunto de los demócratas no habría sido más útil derrotar al Gobierno siguiendo esa pauta que es común a todos los regímenes democráticos de Europa: que los gobiernos caen o porque sus socios rompen las coaliciones, o porque van perdiendo primero ayuntamientos, después lands, o regiones, o comunidades autónomas, después sus mayorías, y finalmente sus opciones de gobierno? Enmascarada la normalidad, pervertida la alternancia y saltando por los aires la conservación de las reglas básicas de la dinámica política en nuestra democracia, ¿qué compromisos entre líderes políticos, fuerzas sociales, medios de comunicación y movimientos ciudadanos deberían derivarse de que lo que iba a ser un duro y reglado combate entre un Gobierno con muchas explicaciones que dar y un primer partido de la oposición cosido de contradicciones internas acabase roto mediante un planificado acto de terror?

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¿Que el PP haya aceptado con serenidad, elegancia y responsabilidad la derrota y que Zapatero se disponga a gobernar en solitario, buscando el consenso más amplio, quizás sería ya el reconocimiento de que todos saben lo que verdaderamente ha ocurrido?

Vicent.franch@eresmas.net

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