Columna

Bota

Madrid está que bota. Y el mundo, también. Hay dolor radical y una herida maligna en el centro del alma, pero hoy votamos. Con lágrimas negras como la vida infame, pero votamos. Las urnas son el paraguas de la democracia (¿hubo alguna vez en el mundo tantos paraguas juntos?). Sientes la inmensa pena del extravío humano, pero hay que seguir viviendo, hay que seguir clamando que aquí estamos y estaremos por siempre jamás. En el instante de acercarte al colegio electoral llevas muy dentro de ti a los que ya jamás podrán acercarse a votar, ni manifestarse, ni darte los buenos días, ni ir contigo d...

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Madrid está que bota. Y el mundo, también. Hay dolor radical y una herida maligna en el centro del alma, pero hoy votamos. Con lágrimas negras como la vida infame, pero votamos. Las urnas son el paraguas de la democracia (¿hubo alguna vez en el mundo tantos paraguas juntos?). Sientes la inmensa pena del extravío humano, pero hay que seguir viviendo, hay que seguir clamando que aquí estamos y estaremos por siempre jamás. En el instante de acercarte al colegio electoral llevas muy dentro de ti a los que ya jamás podrán acercarse a votar, ni manifestarse, ni darte los buenos días, ni ir contigo de copas, ni decir te quiero (o viceversa), ni llorar, ni contar sus alegrías ni sus chistes ni sus fracasos ni sus ligues ni sus ilusiones, ni nada de nada.

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Así es la muerte. La gente gritaba el viernes: "¡No está lloviendo! / ¡Madrid está llorando!". Es cierto. Jamás se habían vertido aquí ni en toda España tantas lágrimas al mismo tiempo. Mientras llegaban sollozos solidarios de todo el planeta, gentes del mundo entero declaraban: "Todos somos madrileños". El universo estaba el viernes inundado de paraguas solidarios. No está lloviendo, ciudadanos. Madrid llora.

Murieron con las botas puestas a primera hora de la mañana. Los móviles de los muertos sonaban sin respuesta, las señoras tiraban mantas por las ventanas; los bomberos, los sanitarios, los policías, los voluntarios, los niños asustados, el pueblo consternado. Madrid y el cielo lloran. Entre los asesinados hay ciudadanos de 12 países. A ver si nos enteramos de una vez por todas de que todos ellos son de los nuestros, gente que viene aquí en busca de vida.

Botar, según el diccionario, significa "echar fuera a una persona o cosa". Botar a alguien es darle un punterazo e invitarle a engañar a su suegra, si es que ella se deja. Botar de ira es preguntarse, justamente a estas horas y en estos momentos, por qué pasa lo que pasa. Estar rebotado es estar hasta el gorro de que algunos se pitorreen así de la democracia. Botar es votar. Y que no haya más lágrimas negras. Vota.

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