OPINIÓN DEL LECTOR

Ken Loach, en el metro

En unos noventa minutos que dura su película La cuadrilla, Ken Loach nos mostró cómo y por qué se privatizaron los afamados ferrocarriles británicos, y las ulteriores consecuencias: deterioro del servicio y del mantenimiento, precarización del empleo, pingües beneficios empresariales...

Si el cineasta Ken Loach viajara en el metro madrileño no le costaría mucho rodar una película, grabando imágenes y voces sobre lo que sucede habitualmente como efecto de la multitud de áreas del metro que son privatizadas sin parar.

El mantenimiento de la vía y de la línea aérea ha cambiad...

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En unos noventa minutos que dura su película La cuadrilla, Ken Loach nos mostró cómo y por qué se privatizaron los afamados ferrocarriles británicos, y las ulteriores consecuencias: deterioro del servicio y del mantenimiento, precarización del empleo, pingües beneficios empresariales...

Si el cineasta Ken Loach viajara en el metro madrileño no le costaría mucho rodar una película, grabando imágenes y voces sobre lo que sucede habitualmente como efecto de la multitud de áreas del metro que son privatizadas sin parar.

El mantenimiento de la vía y de la línea aérea ha cambiado mucho, a la par que los pocos trabajadores que quedan tienen unas condiciones de trabajo del siglo XIX.

Del mantenimiento de los trenes la empresa dice que ahora es más eficiente y, en cambio, se observa que se reduce o dilata su contenido respecto al pasado reciente.

En las estaciones cada día hay más máquinas, vestíbulos sin personal y vigilantes de seguridad, y menos trabajadores de metro para atender directamente al trabajador.

Incluso la empresa "asume" dar servicio sin que estén en funcionamiento algunos sistemas de seguridad básicos (como la megafonía y el sistema contra incendios de las escaleras mecánicas). El mantenimiento de primer nivel de las estaciones se retrasa por la falta de personal suficiente para solventar las averías.

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Para atender las incidencias en la circulación de los trenes se ha reducido drásticamente el número de trabajadores.

Y, ¡cómo no!, el círculo de la privatización se cierra con el precio de los billetes, que cada año experimenta subidas abusivas, a la par que al viajero se le hace ser más "autosuficiente".

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