Crítica:

La nueva vida

En una de las múltiples entrevistas que tuvo que conceder, el escritor madrileño Javier Puebla, finalista este año del Premio Nadal, hizo referencia a un título emblemático, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pudo haber citado El doble, de Dostoiesvski, o William Wilson, de Poe, si pretendía configurar una historia que tratara de un desdoblamiento de personalidad. Pero prefirió el relato de Stevenson, una referencia que debió obligarlo a extremar el calado filosófico de su novela, Sonríe Delgado, amén de la sustancia narrativa y lúdica del célebre título. Un...

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En una de las múltiples entrevistas que tuvo que conceder, el escritor madrileño Javier Puebla, finalista este año del Premio Nadal, hizo referencia a un título emblemático, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Pudo haber citado El doble, de Dostoiesvski, o William Wilson, de Poe, si pretendía configurar una historia que tratara de un desdoblamiento de personalidad. Pero prefirió el relato de Stevenson, una referencia que debió obligarlo a extremar el calado filosófico de su novela, Sonríe Delgado, amén de la sustancia narrativa y lúdica del célebre título. Uno tiende a pensar que con esta elección, Javier Puebla recogería alguna enseñanza beneficiosa para su libro. Aprovechar su sustrato alegórico, por ejemplo, que no hubiera sido poco. Y sin embargo, Sonríe Delgado balbucea algo que nunca nos hubiera hecho recordar el texto del escocés.

SONRÍE DELGADO

Javier Puebla

Destino. Barcelona, 2004

221 páginas. 19 euros

La novela está escrita en primera persona. Su historia la cuenta el propio protagonista, una especie de mercenario llamado Frederic Traum. Este individuo se encuentra en Beirut, en plena guerra libanesa, cuando se le presenta la oportunidad de su vida: cambiar su biografía por la de un funcionario de la Embajada española, Alberto Delgado, y de esta manera lavar su pasado deplorable. Se supone que Traum es un tipo muy malo. Y también se supone que el finado Delgado es, con parecida intensidad, extremadamente bueno. Delgado muere tan rápido, a las primeras páginas de la novela, que el lector no habrá tenido tiempo de comprobar toda su bondad, salvo por los datos que se desprenden del propio Traum, que entonces ya se llamará Delgado. Se ha producido así una muda de personalidad. No una horrible transfiguración, como sucedía en Stevenson. Antes de morir por una bala perdida, el bueno de Delgado hará prometer a Traum, que luego será Delgado, que matará a su novia de Barcelona, por no se sabe qué agravios. El lector tendrá que hacer como que ninguno de los que ha tratado con Delgado, desconfía ahora del muy tunante de Traum. Si el lector traga con esto, a estas alturas ya le será casi imposible creer que Javier Puebla haya escrito una novela (ya no digamos lo imposible que le parecerá que haya sido premiada con nada menos que el finalista del Nadal) con algo próximo a la lucidez psicológica y poética que ensayó Stevenson para retratar la condición humana en su insondable viaje a través del bien y el mal. No estaba obligado a ganarle un pulso al autor de La isla del tesoro, pero si uno lo invoca lo menos que puede hacer es copiar un poquito de su clarividencia narrativa. Podría decir algunas cosas sobre la risible maldad de Traum-Delgado, sobre sus aburridas correrías y sus tarantinadas. Podría decir también algo sobre sus piruetas sexualoides. De lo que no podría decir nada es de literatura. El que sí debe de estar sonriendo es el viejo Stevenson.

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